Fuego amigo

Es que ya ni disimulan

Cerca de mi casa hay una autodenominada Escuela de Comercio y Marketing, a cuyos alumnos les exigen, como en mis lejanos tiempos de estudiante, acudir a clase con corbata y chaqueta. Ello forma parte del "ensayo general con todo", como dice la gente de teatro, para que en su venidera vida profesional no los confundan con invitados de boda, de esos que parecen recién huidos de la horca, con la soga de la corbata apretándoles el cuello, a punto de estallarles las venas.

Una buena puesta en escena es la base de la eficacia del lenguaje corporal por el que nos van a juzgar al optar a un trabajo, o para vender enciclopedias a domicilio, o para pedir un crédito o para presentarnos ante los futuros suegros. O para jubilarnos anticipadamente.

Conocí hace tiempo a una moza que a sus treinta años consiguió la incapacidad laboral definitiva (no sé si ese es su nombre técnico) gracias a sus dotes excepcionales de actriz. Unos días antes de cada examen médico preceptivo, dejaba de ducharse, no se cambiaba la ropa, apenas comía, dormía dos horas diarias, y llegaba ante el tribunal médico hecha unos zorros, con graves fallos de coordinación, casi en estado delirante.

En esta materia, Luis Roldán es un profesional del disimulo. Lo mismo se hace pasar por un señor director general durante siete años, como al salir de la cárcel en autobús, inmensamente rico, parece la viva imagen de un pobre hombre en busca de trabajo en un semáforo.

Nada que ver con Jaume Matas, el presunto delincuente que fue ministro de Aznar y presidente del gobierno balear con el Partido Putativo. A este petimetre, en cambio, le vimos entrar ayer en los juzgados con aspecto de juez, enfundado en un traje de Armani (supongo), y con un paso gürteliano despreocupado, de boda de El Escorial, dispuesto a declarar ante el juez que los millones que atesora provienen de su modesto sueldo de funcionario, ahorrado tacita a tacita como las putas de lujo.

Sorprendente. Una puesta en escena tan descuidada me desconcierta en personaje tan avezado en la comedia política. Porque su forma de presentarse sólo tiene tres lecturas posibles: o es un chulo irrecuperable, o el PP ya está aleccionando a un juez más que amigo para que le salve, o es tonto.

Y tonto no parece.

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