Fuego amigo

La fábula del larus ridibundus y el garzón real

Me vais a perdonar que me vaya por los cerros de Úbeda, cerca del pueblo jiennense de Torres, donde nació el juez Baltasar Garzón Real en la falda de otro cerro, por cierto, el Cerro de la Vieja. Ya que todo el mundo se va por esos cerros, yo también quiero.

A estas alturas de la película, todavía no sé si estamos asistiendo a una de terror y suspense, con nazis que entran y salen de escena, o es un capítulo más de la famosa serie de Rodríguez de la Fuente, una historia de animales que luchan ferozmente por la supervivencia.

Si yo fuera el amigo Félix, situaría la escena por esos cerros cercanos a la jiennense Sierra Mágina, para narrar la batalla entre el Larus ridibundus (la gaviota reidora, famosa por su capacidad inagotable para reírse de todos nosotros, sea en rueda de prensa o en sede parlamentaria, sin que se le descoloque ni una pluma) y el Garzón Real (Ardea alba), una garza que a punto estuvo de desaparecer el siglo pasado debido a su caza indiscriminada, pues sus bellas plumas eran el adorno favorito de los sombreros de la alta sociedad.

Hoy como ayer, las gaviotas carroñeras y reidoras, unas con puñetas en la toga, otras con el escudo del cangrejo dibujado con un yugo y unas flechas en ese lugar donde los demócratas llevamos el corazón, quieren desplumarlo para adornar una vez más sus sombreros de caza con las plumas del pobre garzón real.

Las gaviotas, reunidas en un foro supremo, exigen al amigo Félix que les observa que les dejen cazar en paz, que respetemos todos sus apetitos depredadores. Quieren infundir respeto y lo único que consiguen sus señorías gaviotas, con sus graznidos y su dieta de basurero, es infundir pánico a toda la fauna que les observa, la que vuela por los cerros de Úbeda y la que habita por estos valles.

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