Fuego amigo

El velo islámico y el tocado de las monjas

El franquismo era a la democracia lo que el liberalismo a Esperanza Aguirre. Los franquistas se soñaban a sí mismos viviendo en una democracia orgánica (por los organismos, no por su inveterada manía de gobernar con los órganos genitales, es decir, por cojones), y la lideresa del PP se entretiene en torturar a diario el término liberal hasta hacerle confesar que es igualito a su sentido mafioso de hacer política.

Los académicos de la RAE no saben el peligro que corren con esta buena señora. Todavía se atreven a mantener en su diccionario que liberal es una "actitud que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas", o bien, la "doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual..."

Esta extraña liberal intervenía ayer en la disputa sobre si una alumna de un instituto de Madrid podía acudir a clase ataviada con un hiyab, el velo islámico. Según la señora liberal, "no debe llevarse la cabeza cubierta dentro de los centros educativos".

Vamos a ver. En España hay miles de colegios católicos, con monjas de cabeza cubierta con el velo cristiano, y curas de sotana y alzacuello, amén de virgencitas y crucifijos por doquier, inculcando sus símbolos religiosos en las cabecitas de sus alumnos y sin embargo víctimas. Entre ellos, los más sectarios y perniciosos: 10 colegios de los Legionarios de Cristo, 73 del Opus Dei, y 5 de la integrista Asociación Católica de Propagandistas, abiertamente perjudiciales para la salud mental de los niños.

Ya sabemos lo que significan el hiyab, el burka y demás cortinas con que la religión islámica, disfrazada de tradición, pretende ocultar a la mujer de los ojos de la civilización. Pero a este lado del charco cultural sólo tendremos fuerza moral para impedir en las aulas los signos de sumisión de la mujer islámica cuando hayamos eliminado todo símbolo religioso, tocados y sotanas, de la escuela pública y concertada.

Para entonces ya tendremos tiempo de hablar del hiyab. Y quizá de la poca Esperanza que nos queda.

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