Fuego amigo

Artificial, como la vida misma

El ser humano se distingue del resto de los animales en que es racional, es decir, que está dotado de razón. Sólo hay que ver y oír a Belén Esteban para darse cuenta de que la función principal de la razón es explicar el mundo que nos rodea. No es necesario saberlo, sino tan solo saber explicarlo. La gente se ríe de esta chica porque cuando no conoce una respuesta se la inventa, lo que en una persona como ella, de vastísima incultura, es una fuente caudalosa de disparates delirantes. Lo importante es que nada quede sin explicar. El ser humano, como algunos diseñadores barrocos, no soporta el horror vacui, el miedo al vacío. A cada pregunta, una respuesta, aunque sea una necedad.

Hace miles de años, los antepasados de Belén Esteban se llamaban sacerdotes o brujos, y como también ignoraban todo sobre las catástrofes, las enfermedades y la muerte, se inventaron a dios, el creador de la vida, y dueño de ella, por tanto, si bien felizmente administrada por el colegio sacerdotal.

Ahora, por fin, descubrimos que dios se llama Craig Venter, el secuenciador del genoma humano, capaz de producir vida artificialmente al lograr generar una célula ex novo en laboratorio. Esto abre una perspectiva para la humanidad de consecuencias impredecibles. Provoca un debate tanto ético como científico y religioso. Es como la tecnología atómica, dicen algunos, que en manos de desaprensivos podría ser un peligro para todos los habitantes del planeta.

Parece que el hallazgo es un ataque a la línea de flotación de las religiones. Porque ahora es dios el que está en peligro. Ya no es necesario seguir inventándolo. El hombre, o sea Craig Venter, es dios.

Para mí es una gran noticia, pues ya era hora de que los dioses cambiasen de aspecto y, sobre todo, de dueño.

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