Fuego amigo

No hay que prohibir todas las prohibiciones

El sainete nacional continúa. Primero fue una derecha que propició, gracias a su abstención, un decreto de reforma laboral que consideraba inaceptable, blando e insuficiente. Y ayer, el país dejaba una muestra más de su trastorno bipolar: la derecha votaba en el Senado a favor de la prohibición del burka mientras la izquierda votaba en contra.

Mi amigo marciano, dio un respingo y me preguntó: ¿Cómo? ¿Los conservadores favorecen la política económica de los socialistas y los socialistas están a favor del burka?

¡Es tan inocente este marciano mío! Tuve que hacer malabarismos para explicarle por qué una derecha que ha educado durante siglos a la mujer propia para ser sierva del marido y molde para hacer niños empeñaba su voto en liberar ahora a otras mujeres de su cárcel de algodón. No quieren liberarlas del burka sino de una religión que no es la verdadera.

Lo de los socialistas fue más fácil. Es que el manual dice que está prohibido prohibir. No es que ignoren que el burka es la punta del iceberg de una modalidad de tortura permanente, de una violencia calculada del hombre contra la mujer. No es que olviden que el burka atenta contra los derechos humanos consagrados en un mundo civilizado. No es que desconozcan que el burka ha convertido a millones de mujeres, víctimas de una religión y una tradición bárbaras, en personajes invisibles, en fantasmas de almas en pena, degradadas hasta el límite de lo soportable. No es que ignoren que la imagen en público de una mujer envuelta en un burka es obscena y un pésimo ejemplo para la salud mental de nuestros niños.

Simplemente consideran que bastante tienen con prohibir fumar en lugares públicos como para complicarse la vida ahora por una sombra que camina dos pasos más atrás de su dueño. Como todas las sombras, vamos.

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