Fuego amigo

Un psiquiatra a 30 kilómetros por hora

Muchas ciudades europeas, entre las que se cuentan algunas españolas, como Valencia o Zaragoza, están haciendo el ensayo de establecer en 30 kilómetros/hora la velocidad máxima para circular por alguna de sus calles, generalmente entornos muy sensibles al deterioro ambiental, como los cascos históricos.

Ahora, Bruselas estudia proponer la extensión de esta medida a todas las ciudades europeas, como medio eficaz de lucha contra los accidentes mortales y para favorecer la calidad de la movilidad ciudadana.

Treinta kilómetros por hora es mucho o poco, dependiendo de para qué. Sobre todo si lo preguntamos en un país como el nuestro en el que buena parte de los conductores considera que la limitación actual en autopista es de una lentitud desesperante. Porque el automóvil es la extensión de nuestro ego, como bien conoce la rama de "psicología del tráfico", la que estudia la conducta de la gente al volante. El conductor llega a perder la conciencia de que lleva entre manos dos toneladas de metal, y se convierte en un todo, como caballo y caballero, con el vehículo que gobierna.

Antes del automóvil se decía que el carácter de la gente se demuestra en el juego y en la cama. Hoy sabemos que el coche arranca de nosotros más información que el sillón del psiquiatra... y que también sirve para juegos placenteros de cama.

¿De qué podemos presumir a30 kilómetros por hora? El coche hace del tonto un sabio, del cobarde, un valiente, del acomplejado, un siete machos. Pero 30 kilómetros por hora son poca chicha para mantener la ilusión. Ya veréis cómo acabamos trasladando el atasco de las ciudades a la puerta de la consulta del psicólogo.

---------------------------------------------------------------------------------

Meditación para hoy:

El asunto de los gitanos continúa con el guión previsto, dejando al aire las miserias políticas comunitarias. Sarkozy gana el pulso al "gobierno" europeo, con un Barroso a la cabeza con poder pero sin autoridad. La comisaria de Justicia, a la que el mismísimo Zapatero regañó, tachando sus valientes declaraciones de "inconvenientes", "inapropiadas" y "fuera de lugar", se ha visto obligada a pedir disculpas. Y Mariano Rajoy, que se echa la mano a la cartera cuando oye hablar de inmigrantes, dice comprender las razones por las que Francia adopta medidas xenófobas contra ciudadanos comunitarios. Todo un poco asqueroso.

Sin duda el zar Sarkozy ha hecho valer su ayuda decisiva para que Zapatero pudiera entrar en su día en el club de los 20, y la entusiástica colaboración policial francesa contra la banda ETA. Y Zapatero ha pagado peaje y rendido pleitesía, con una sobreactuación que seguramente nadie, ni Sarkozy, le exigía. Una vez más se demuestra que gobernar es el arte de lo posible. Aunque a veces parezca completamente imposible.

Más Noticias