Fuego amigo

Limpian lo que ve la suegra

La gestión de los residuos generados por el ser humano es ya una especialización científica y técnica. Porque en el fondo se trata del arte de disimular la mierda que generamos, de cómo y dónde enterrar los bidones de residuos atómicos, cómo esconder los millones de toneladas de bolsas de plástico en vertederos que después asfaltamos y convertimos en solar urbanizable, en cómo escondemos a los drogadictos marginales que afean el centro de las ciudades, cómo realojamos en la periferia a las etnias sin glamour, o cómo limpiamos de mendigos las calles de nuestros cascos históricos para que el turismo no frunza la nariz.

Es la vieja receta de quien "sólo limpia lo que ve la suegra". Y las suegras, ya muy mayores, no tienen la elasticidad suficiente para comprobar si hemos eliminado de debajo de las camas los borreguitos o si el polvo se acumula en el alféizar de la ventana fuera del alcance de su vista. Lo importante es que reluzca como el sol todo lo que se ve, aunque la capa freática, a unos metros bajo nuestro pies, parezca un vertedero. Parece que lo importante no es que aprendamos a ser más limpios, sino que sepamos esconder la mierda.

En Madrid, la capital europea de las cacas de perros en las aceras, oficia de concejala de Medio Ambiente Ana Botella, muy preocupada por la limpieza del centro de la ciudad, y lo que puedan ver las suegras de los turistas, donde "los sin hogar son una dificultad añadida para mantener la limpieza."

No se le puede pedir más. Ella sólo es concejala de Medio Ambiente. El guarro es el concejal de la otra mitad del Ambiente, al que le corresponde velar por el bienestar y la salud física y mental de los mendigos.

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