Fuego amigo

Una huelga en el diván del psiquiatra

España es en estos días un gran diván de psiquiatra donde todos hacemos cola para contar en alto lo nuestro, aunque no sepamos muy bien quién nos está escuchando al otro lado. Y no es para menos. Veamos.

Dentro de un par de días toda la clase trabajadora está convocada a una huelga general. Ante un llamamiento semejante, hace un siglo cada uno sabía perfectamente si se referían a él, si pertenecía o no a la clase trabajadora: le bastaba con consultar el total de su salario para salir de dudas, o abrir la fresquera y medir el nivel de leche, o contar las rebanadas de pan que quedaban en el zurrón, o los tomates en los calcetines de sus hijos, o contar las horas que le restaban de sueño reparador después de una jornada de 12 o 14 horas.

Pero la sociedad de consumo lo ha confundido todo, y los bancos se han liado a dar créditos para comprar casas y coches con los que despistar ante los vecinos. De esta guisa, no pocos trabajadores consiguen sus disfraces de señoritos para justificar que la huelga no va con ellos.

Haciendo cola en el sillón está todo un gobierno del PSOE, objeto directo de la ira de los huelguistas, pero que está poniéndole velitas a San Antonio para que la convocatoria sindical triunfe, por conciencia de clase, porque en la pila de bautismo le pusieron el nombre de Socialista y Obrero.

Los sindicatos llevan más de un año haciendo cola, deseando contarle al gran psiquiatra las razones por las que se ven obligados a montarle una huelga general a supuestos hermanos de sangre que llevan sus mismos genes democráticos.

Y ahora quiere saltarse la cola el PP, al que le encantaría encontrar la fórmula de la cuadratura del círculo: que la huelga (contra Zapatero) triunfe y que la huelga (obrera) fracase. No sé quiénes estamos más locos.

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