Fuego amigo

En punto, una hora más o menos

Desde que ayer cambiaron la hora vivo completamente desorientado, todo lo hago a destiempo. A la una del mediodía tengo hambre de las dos. Y el mismo hambre me persigue al levantarme por la mañana. Cuando me levanto de la siesta (¡qué siestas las del fin de semana!) es de noche, y tardo un par de minutos en convencerme de que todavía no son horas de cenar. Mis gatos, hasta que aprenden que mi horario va retrasado, se plantan a las ocho en punto de la mañana, pidiendo el desayuno a maullidos, con las caritas de pedir pegadas al cristal de las ventanas. Y yo, para no ver esas poses de gatitos de calendario que me parten el alma, me oculto cobardemente bajo el edredón y aprieto mis oídos contra la almohada.
Entre mis congéneres hay división de opiniones. Tengo compañeras con niños pequeños que están convencidas de que este baile de horas lo inventó un sádico sin hijos. Ese campeón del ahorro, que vive en Bruselas, ni se imagina los cuentos que hay que contar en primavera a un niño de cuatro años de La Coruña para que se meta en la cama a las nueve, «porque ya es de noche», cuando todavía quedan casi dos horas de luz. En el cambio de hora de otoño, a partir de la una, víctimas del hambre, las conversaciones de fútbol derivan hacia lujuriosas recetas de callos a la gallega. Y mi chica, que usa la televisión como un sustituto del Valium 5, no consigue ver una película entera desde que las diez de la noche son las once.
Mi amigo Manolo Toharia, que además de sabio es un estratega de la divulgación científica, periodista, meteorólogo en excedencia y director de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, todos los años lleva adelante casi en solitario su campaña particular contra esta medida de cambio de horario, a la que considera absurda y particularmente dañina tanto para la salud como para la economía. Me recuerda en su militancia la columna antitaurina que todos los años dedica Manuel Vicent, con precisión de reloj suizo y con idéntica falta de éxito: la "fiesta" sigue teniendo su cita a las cinco en punto de la tarde, unas cinco en punto que a veces son las cuatro aunque ella no sabe que en realidad son las tres. Vamos, un follón.
Durante unos días vivo sumido en una especie de "jet lag", y cuando miro el reloj y veo que son las ocho, me advierto astutamente: "bueno, en realidad son las nueve". Una vez que he cambiado la hora a todos los relojes, al despertador de mi mujer y al mío, al reloj de pared, al del coche, al del teléfono móvil, al del microondas, al del horno, al del video y la televisión, al del equipo de música, al de la cámara de video y la cámara de fotos (ya estoy agotado), una vez, digo, que ya he puesto de acuerdo a todo mi entorno, se me pasa el agobio hasta el próximo cambio en la primavera.
Y luego está el asunto de mi organismo, que funciona también con una precisión de reloj suizo y al que me cuesta mucho engañar. Perdonad que saque la conversación escatológica, pues sé que este problema lo tenemos todos, aunque lo suframos en silencio, como dice el anuncio de la crema que alivia las almorranas. Pero es que por la mañanas, como no lo haga a mi hora exacta, se me monta un tapón monumental. En cada cambio de horario estacional, me paso varios días en el retrete haciendo esfuerzos inútiles por recordar el nombre de la madre del funcionario de Bruselas que inventó esta modalidad de ahorro de energía. No sabe él la energía que derrocho para deshacerme de lo que me sobra. Sólo al cabo de los días, según mi organismo se resigna a la nueva situación, consigo acordarme de su santa madre a la hora en punto, sin el menor esfuerzo, y sin rencor.
---------------------------------------------------------------------------

(Primera meditación para hoy: Asombroso. El Partido Popular lleva retrasado el reloj, no una hora sino dos años y pico. Acebes acaba de acusar al Gobierno de negociar en secreto con la banda terrorista, y promete exigir a Zapatero que explique en el Congreso sus "reuniones secretas con ETA-Batasuna". O Acebes no se entera, o lleva puesta la hora anterior a que el Congreso diera su visto bueno al comienzo de las conversaciones, conversaciones que hasta el más tonto puede entender que por fuerza han de ser secretas y discretas. ¿Acaso no recuerda que esa votación ya la perdieron hace muchos meses? A ver si va a ser que, en lugar de tener el reloj retrasado, lo tiene parado...)
(Segunda meditación para hoy: ayer, los partidos de derechas, con el concurso entusiasta de una extrema derecha bien visible, se manifestaron en Tenerife contra la "llegada de inmigrantes". Y con un notable éxito de convocatoria, por cierto. Atención, porque esto no ha hecho más que empezar. Va a ser el leit motiv de toda cuanta derecha campa en España para las futuras campañas electorales. La xenofobia, bien maquillada con ingredientes como la defensa de la cultura, los puestos de trabajo y la seguridad ciudadana, tiene un poder de combustión asombroso.)
(Tercera meditación para hoy: Ya se me ha pasado la fiebre. Me despido con unos versos que un amigo mío siempre recitaba a sus novias cuando salía de un catarro o una gripe, aunque no sé con qué resultados:
Ayer estaba malito.
hoy estoy mucho mejor,
ya se me levanta el pito.
¡Alabado sea el Señor!

Más Noticias