Fuego amigo

La subasta de las elecciones

El nombramiento del asesor económico de Moncloa, Miguel Sebastián, como candidato a la alcaldía de Madrid trae a primer plano el debate sobre cuál es la mercancía en unas elecciones políticas: si la imagen o el valor personal del candidato, o, yendo más allá, si las personas o los programas.
Como ya Machado nos recordara que sólo el necio confunde valor y precio, para empezar a acotar argumentos reconozcamos que, en política, como en casi todos los órdenes de la vida, uno tiene el valor que le dan los demás. Cada uno, o cada partido, pone un precio, pero la subasta, el mercadeo de las elecciones, acaba fijando el precio justo, el valor definitivo. Ello no quiere decir que los clientes elijan siempre la mejor relación calidad/precio, pues el marketing se ha inventado, precisamente, para violentar esa lógica y hacernos comprar lo que no necesitábamos o el peor de los productos envuelto en la mejor campaña de publicidad. Por poner un ejemplo, ahí tenéis a George W. Bush, elegido presidente del país más poderoso de la Tierra, y de cuya capacidad intelectual ya dudan hoy el 67% de los electores después de varios años de uso.
Cuando el otro día José Bono se rió de media España, dando la espantá (¿estará preparando en secreto un partido de centro con Ruiz Gallardón? ¿Os parece una pregunta tonta? ¿Queréis que crucemos alguna apuesta?) a mí se me ocurrió que el PSOE tenía un problema tan sólo en Madrid, hasta que dirigí la mirada a Cataluña y vi a Montilla en faena mitinera: ahora sé que el PSOE tiene dos problemas, uno en Madrid y otro en Cataluña. Y ambos son dos problemas de imagen.
En un país como España, con cuatro millones de analfabetos funcionales (dos de ellos, totales) que tan sólo saben leer imágenes, a los que habría que sumar millones de jóvenes en edad de votar que consideran la política como una asignatura abstrusa e inútil, que pasan del nintendo al no entiendo con una facilidad pasmosa, la apuesta por unos candidatos tímidos, a los que les cuesta mirar a la cara, que no saben impostar la voz para un mitin, con las manos paralíticas o escondidas en los bolsillos, parece una apuesta sumamente arriesgada.
No importa tanto que a Miguel Sebastián no se le conozca más que en los ámbitos económicos y de la alta política, sino si está verdaderamente dispuesto a abandonar la cadencia de voz de jefe de gabinete de estudios o de catedrático de teoría económica, para remangarse y sudar el traje de pana, mercado a mercado, fábrica a fábrica. Darlo a conocer es cuestión de marketing político, de inversión, pero antes hay que acabar de perfilar el producto.

Lo de Montilla, en cambio, no tiene remedio. Creo que es uno de esos errores políticos en los que todos los implicados saben que es una equivocación, que están metidos en una trampa, pero que nadie es capaz de reconocer la gravedad de la situación porque se le cae el pelo. Es como la estúpida teoría de la conspiración del 11-M, que no se la creen ni sus inventores, pero a los que únicamente les queda la salida de huir hacia adelante... haciéndoselo creer a los demás. Cada día que pasa, entre la sonrisa profidén de Artur Mas y la cara de notario de Montilla, se va ahondando la diferencia en la intención de voto. De casi un empate, como punto de partida, el CIS ya da a CiU una diferencia de 11 diputados sobre el PSC a día de hoy. Y todavía queda una semana para ahondar en el abismo.
No sé por qué (o sí lo sé) me recuerda a Joaquín Almunia cuando se presentó como candidato a la presidencia del gobierno en las elecciones de 2000 en las que fracasó estrepitosamente tras la campaña de imagen más absurda que recuerdan los tiempos. El mismo lenguaje corporal, su misma incapacidad congénita para la seducción, apoyado en un campaña de imagen concebida por un enemigo suyo o un amigo incompetente, que viene a ser lo mismo. ¿Os acordáis? En aquella campaña, Almunia no era chicha ni limoná, ni masculino ni femenino, ni candidato ni candidata: era para su director de campaña "lo próximo", así, en neutro. ¿Cómo alguien puede ser "lo próximo"? ¿Qué es lo próximo, el diluvio, el aburrimiento mortal, la tristeza?
En cualquier caso creo que estamos ante un experimento. Bueno, ya dos experimentos. Los socialistas van a confrontar la valía personal, las ideas, los programas, toda esa riqueza que se le supone a sus candidatos sin imagen, contra dos animales políticos: Ruiz Gallardón y Artur Mas. La solución de uno de los enigmas, dentro de pocos días, aunque creo que la cosa no tiene solución.
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(Primera meditación para hoy: el Parlamento Europeo apoya, por estrecho margen, el proceso de paz comenzado por el gobierno español. Atención ahora al silogismo de Ángel Acebes: la votación ha sido "un triunfo de ETA". Si hubiera ganado él lo hubiera calificado "como un triunfo de la democracia". Es decir, si la mayoría no cae de su lado es que no hay democracia. ¿Comprendéis, niños queridos, el valor de la filosofía?)
(Segunda meditación para hoy: el analista sin par Acebes, en el mismo día en que el CIS vaticinaba que Artur Mas se acerca a la mayoría absoluta a costa de Montilla, aseguraba que ambos candidatos "se van desinflando". Con esta capacidad para el análisis no os extrañe pues que asegure que Zapatero ha entregado las llaves del estado a la banda terrorista ETA. Está perfectamente preparado para decir cualquier necedad con una facilidad aterradora.)

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