.....................................................................................................................................................

La dictadura china, cuyos dirigentes son nombrados por electores que la propia dictadura ha escogido previamente a dedo, ha chocado frontalmente con la Iglesia católica, esa otra dictadura cuyo presidente es elegido por los electores cardenales nombrados a dedo por los anteriores papas presidentes. Entre demócratas anda el juego.

El rifirrafe que se traen entre manos ambas dictaduras viene a cuento del nombramiento de obispos católicos por parte del partido comunista, sin el consentimiento del papa de Roma. El jefe de la Iglesia Católica china no ha sido nombrado por Raztinger sino por el PC Chino, lo que hace suponer que el nombramiento recayó en un clérigo suficientemente domesticado por el aparato del partido oficial. Y eso no puede ser. Pudo ser con otras dictaduras, como la de Franco, la de Hitler, la de Mussolini, la del portugués Salazar, con las dictaduras haitianas de los Duvalier... pero China no es una dictadura de las nuestras, aunque igual de represora, que antepone el falso dios de los mercados del todo a cien al verdadero que nació en Belén.

Los reyes europeos, con los llamados Católicos al frente, obtuvieron de Roma el "derecho de presentación", una prerrogativa que luego heredó Franco y que les concedía la posibilidad de presentar al Vaticano una terna cerrada de clérigos fieles al régimen, algo así como la terna que presenta una y otra vez el PP para la renovación del Tribunal Constitucional: elige, a ver cuál de los tres ultraconservadores te gusta más.

Imagino ahora a los curas confidentes del régimen chino confesando a sus incautos fieles, para que al final sus informes secretos terminen en el Comité Central y no en la Curia romana. Y eso no hay dios que lo pueda consentir.