Fuego amigo

Ratzinger baja los impuestos

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La crisis está obligando a replantear sus estrategias a las grandes empresas y corporaciones. Algunas, acuciadas por las prisas, utilizan el viejo sistema de prueba y error, esperando acertar con la solución antes de que el error reiterado ya no deje margen para rectificar.

Así lo ha entendido la Iglesia católica, una de las mayores multinacionales del planeta, dueña de un patrimonio inconmensurable, con una plantilla de cientos de miles de trabajadores, y millones de afiliados a su facebook. En su larga historia de prueba y error, una de las más sonadas fue cuando el anterior presidente, Juan Pablo II, en su declinante final de vida, decidió que "el infierno no es un lugar físico". Qué error, qué inmenso error.

En la curia romana saltaron las alarmas porque la demencia senil del jefe ponía en peligro su mayor fuente de ingresos, la que impide que la razón pueda penetrar en la sólida roca de la fe: el miedo a la tortura eterna, con diablos que te pinchan y fuego que te consume sin consumirte para siempre, ha sido un pozo sin fondo de captación de herencias, donaciones, compra de bulas e indulgencias.

Ratzinger, como príncipe de la Iglesia alemana, de teología tan refinada como su tecnología, nada más llegar a la presidencia revocó lo que había atado en la Tierra su senil predecesor: el infierno sí es un lugar físico, faltaría más, y quien quiera librarse de él deberá pasar antes por caja.

Pero mal deben de estar ahora las cosas cuando Ratzinger, quizá asesorado por los del Tea Party, elimina el purgatorio, otra fuente clásica de ingresos que fue un éxito absoluto de la imaginería cristiana, con el cepillo de los petos de ánimas por delante. Una medida peligrosa que recuerda a los ultraliberales que pretenden salir de la crisis bajando los impuestos y el IVA. ¿Se ha puesto a pensar Benedicto XVI cuánto va a dejar de ingresar su empresa con la supresión del impuesto terrorista? ¿Habrá que cambiar urgentemente de papa, dios mío, quiero decir, dios suyo?

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