Fuego amigo

Jugadores de fortuna

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Sabido es que la economía financiera juega en otra liga distinta de la economía real. Por eso puede ocurrir, y ocurre, que mientras crece el desempleo y baja el PIB, es decir, la riqueza total de todo un país, los bancos y demás grupos financieros siguen ganando sumas escandalosas de dinero.

Uno de los axiomas que parecían más incontestables en el sistema capitalista es que el dinero es fundamentalmente miedoso, cauto, que echa a volar al menor ruido, a la más leve sospecha de peligro, como los gorriones, que vive más de la intuición que del análisis, presa apetecida y fácilmente modelable por esos que llaman gurús de las finanzas.

Pero nuestra larga historia de timadores, que ya arranca en el Lazarillo y culmina a diario, todavía, con esa obra de arte conocida como el timo de la estampita, deja claro que a menudo el dinero es atrevido, alocado e incauto, cegado por la codicia. Siempre hay alguien dispuesto a creer en los duros a cuatro pesetas, como bien ha demostrado el spam en Internet, en el que se calcula que al menos un uno por millón cae en la trampa de esas ofertas a las que no te puedes resistir.

Afinsa era una de esas ofertas irresistibles, aunque resultó ser la tela de araña que atrapó el dinero de miles de ahorradores. No todos. Todavía quedaban voluntarios a ser timados con el reclamo de rentabilidades  por encima del 10 por ciento.

Ahora sabemos que, a pesar de las advertencias de la Comisión del Mercado de Valores, no menos de 5.000 inversores han metido dinero en los pagarés de Nueva Rumasa. No se trata en este caso de pequeños ahorradores, sino de creyentes (no es extraño, tratándose de empresarios del Opus Dei) a los que se les exigía una inversión mínima de 50.000 euros. Unos inversores de los que por ahora nada se sabe, que metieron su dinero en una Nueva Rumasa con los genes de la Vieja, con un presidente que, a pesar de su gusto por disfrazarse de Superman en sus ratos libres y otros desvaríos, encontró incautos jugadores de fortuna, de esos que todavía creen que se pueden hacer ricos jugando al bingo.

Quizá dentro de unos días los veamos en la calle marchando tras enormes pancartas, echándole la culpa a Zapatero, por supuesto.

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