Fuego amigo

¿Dónde comienza la cultura?

La falta de finura vaticana que provocó el incidente con el mundo musulmán, viene a poner sobre la mesa el moderno debate, si no de la "alianza de civilizaciones", al menos sí de su necesaria convivencia en paz y no un continuo choque de culturas. Lo que no deja de ser un curioso contrasentido, porque cuando hablamos de civilizaciones estamos refiriéndonos a lo que, en esencia, es lo menos civilizado: las religiones que conforman y modelan la vida de las sociedades donde mayoritariamente están asentadas. En el sentido semántico de la palabra (lo civil), las religiones deberían ser algo ajeno a la civilización, como la fe tiene una convivencia imposible con la razón. Pero en la travesía desde la infancia de la humanidad hasta hoy las religiones han sido el centro y el motor de la historia, de manera que hablamos de civilización cristiana o musulmana, con el mismo desparpajo con el que hablamos de inteligencia militar, guardia civil, partido popular o guerra preventiva.
Y cuando se habla de civilización, inmediatamente se le adosa la etiqueta de cultura. Y cada civilización y cada época tienen la suya. No importa que una manifestación "cultural" como el Valle de los Caídos haya sido levantada con el trabajo esclavo de presos políticos, porque la cultura es la coartada para que pervivan costumbres bárbaras o manifiestamente injustas. Cuando en días pasados los movimientos ecologistas pusieron pie a tierra en Tordesillas para protestar por la fiesta del Toro de la Vega, muerto salvajemente a lanzadas, fueron recibidos por los lugareños a pedradas para defender un acontecimiento cultural "que se remonta a la edad media", nada menos, como sostenía con orgullo su alcalde. Forma ya parte de nuestra civilización, y eso es sagrado.
Y cuanto más antigua, cuanto más "ancestral" sea la costumbre, más méritos culturales le adornan, como si se tratase de un animal en proceso de extinción al que hay que conservar a cualquier precio, como el lince. Así que, si son nuestros ancestros los que originaron la costumbre, no cabe ya plantearse si su permanencia es moral, útil o justa, como la tortura y muerte del toro en la plaza, la ablación del clítoris, la circuncisión, la monarquía, el menosprecio y malos tratos a la mujer, la lapidación por adulterio, la pena de muerte, la tortura. Para muchos no cabe plantearlo porque esas costumbres forman parte de todo el corpus cultural de cada una de las civilizaciones.

La dificultad, quizá, está en dilucidar en qué consiste la cultura, qué significa la palabra civilización, de manera parecida a cómo se cataloga una pieza de anticuario: ¿tiene valor por la pieza en sí o por su antigüedad? ¿Un mueble basto de pino del siglo XVIII tiene más valor o menos que una silla diseñada en el siglo XX por Alvar Aalto? ¿El machismo nacido en la caverna de Atapuerca, interiorizado en la médula de todas las civilizaciones, es más respetable que los sentimientos de igualdad nacidos en el siglo XIX? Las religiones, fundadas por cabreros o pescadores ignorantes, y expandidas por apóstoles igual de ignorantes, ¿son respetables porque han conformado una civilización a lo largo de los siglos o por su mensaje intrínseco? En definitiva, ¿las tradiciones no deberían estar bajo sospecha, sujetas al análisis crítico continuado, por el mero hecho de haber nacido en siglos sospechosamente contaminados de ignorancia generalizada?
Pero a ver quién es el Papa que le pone el cascabel al gato.
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(Meditación para hoy: por si os habían parecido pocos los deberes para meditar hoy, quiero hacer con vosotros una última meditación. Ayer hubo una gran manifestación "espontánea" en Santiago de Compostela, convocada por los alcaldes del PP, para protestar por la gestión de los incendios de este verano por parte de la Xunta de Galicia. Son los mismos que redactaron la famosa carta en la que se conminaba a los alcaldes del PP a dificultar y retrasar los contratos de las cuadrillas anti incendios. Me recuerda esas noticias de los entierros de la chica violada y asesinada, donde el que más llora tras el féretro de la víctima resulta ser el asesino.)

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