Fuego amigo

Venderse al mejor impostor

Yo también tengo una teoría de la conspiración.
Durante un tiempo, el diario El Mundo cultivó la aureola de periódico libre, independiente, de izquierdismo difuso y valiente, capaz de airear crímenes de sangre del PSOE, un partido que gozaba del voto mayoritario de la ciudadanía, y de mantener columnistas críticos con la derecha más rancia. Gracias a una indefinición calculada, en la que Pedrojota se reveló como un maestro ya desde la dirección de Diario 16, El Mundo se nutría de una clientela de derecha e izquierda, como un diario escoba que iba recogiendo a los descontentos de los dos grandes diarios nacionales, ABC y El País.
Pero un día Pedrojota, en su camino hacia el Damasco de la fama, cayó del caballo, derribado por una pelota de paddle lanzada por José María Aznar, aquel que, andando el tiempo, pasaría a ser conocido en España y Alemania como "el hombrecillo insufrible".

Fue una historia de amor a primera vista. Aznar se enamoró de la capacidad sin límites del periodista para venderse al mejor impostor, y éste vio en el pequeño caudillo de la derecha un filón inagotable de poder e influencia. Un matrimonio de conveniencia, que se dice.
De pronto, debido a los efectos de la conversión súbita de su director, el diario El Mundo toma sobre sus hombros la pesada carga de predicar de la buena nueva de la extrema derecha: había nacido un Mesías ultraliberal, y el diario se ponía a su servicio y gloria como una edición moderna de las tablas de la ley. Desde ese momento el periodismo de investigación que antaño había dado tantos réditos morales, se convirtió en periodismo de intoxicación que culminó en el delirio de la teoría de la conspiración del 11-M, donde los islamistas eran unos simples empleados de un conglomerado golpista formado por jueces, policías, el partido socialista y ETA. O sea, la caraba.
Y así llegamos a la nueva teoría de la conspiración: todo esto de arrebatarle al ABC los lectores de extrema derecha para convertir su diario en la bandera ultraliberal no era más que una maquinación a largo plazo, una preparación, un allanamiento del camino para que el Mesías, el insufrible compañero de paddle, pueda comprar de una vez el diario El Mundo para su jefe Ruperto Murdoch. El dueño del imperio mediático de la extrema derecha norteamericana exigió como condición para comprar la empresa, y su consiguiente desembarco en España, que le limpiaran la cabecera de todo tufo de prensa independiente.
Con ese dinero, Pedrojota se retirará a su isla, y se comprará un barco de guerra que anclará en su famosa piscina para impedir que los rojos se meen en ella. Amén.

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