Fuego amigo

La estrategia de la ocultación

No sé quién está más nervioso en el asunto de la decisión de Zapatero, en esa determinación, ya tomada en su fuero interno y en un pequeño comité de unos miles de militantes, incluidas las señoras de la limpieza de palacio: si marcharse o irse. Hay una tercera posibilidad: la de abandonar; y hasta hay profetas que aventuran una cuarta: que Zapatero no se presentará como candidato a las elecciones generales. Una amplia y variada gama de probabilidades cuyo resultado nos tiene a todos más en vilo que el reactor 3 de Fukushima.

 

Desde la supresión del mitin en la plaza de toros de Vistalegre, todo un emblema de la campaña electoral socialista, parece quedar claro en los estrategas de Ferraz que el reactor 3 de Zapatero es una fuente potencial de contaminación, por lo que es aconsejable mantener a los militantes alejados de él en un radio de unos cuantos kilómetros cuadrados.

 

Los barones socialistas que han de competir en las urnas el próximo 22 de mayo necesitan presentarse ante sus electores como candidatos descontaminados de isótopos neoliberales, con sus ingredientes de izquierda todavía intactos y prestos para su consumo. Sólo disienten en si hay que matar al líder en campaña electoral o al día siguiente, si es necesario desmontar con urgencia el argumento estrella del Partido Popular antes de las elecciones (¡váyase, señor Zapatero!) o no mover ficha para evitar que acusen al presidente de abandonar el barco en pleno naufragio.

 

Pero, eso sí, quien de verdad padece un ataque de ansiedad es la gente del PP. Sus barones... y sus hembras. Para mejor definir su estrategia, se mueren de ganas por saber si el sucesor de Zapatero será Rubalcaba o Pérez Rubalcaba. Lo que se dice un sinvivir, vamos.

 

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