Fuego amigo

Se están hinchando las pelotas

 

Alguna vez os he preguntado cómo es posible nacer y vivir en Ourense, por poner un ejemplo que me viene al pelo, y ser del Real Madrid, o del Barcelona, vibrar hasta la histeria cuando gana tu equipo del alma, con sede social a más de quinientos kilómetros de distancia de ti, y colocarte al borde del infarto cuando pierde, como si se te hubiese muerto un hijo. Creo que los sociólogos tienen ahí un trabajo de investigación colosal.

 

En mi pueblo orensano no conozco a nadie, absolutamente a nadie, que sea forofo del Club Deportivo Ourense (juro que existe), un equipo que lo tienen a tiro de piedra, y lo digo sin maldad. Y sin embargo estoy rodeado de una nube de seguidores del Real Madrid y del Barcelona dispuestos a cruzarse la cara con el adversario por poco que se lo exijan sus entrenadores de referencia.

 

En las religiones es más fácil de entender, porque crees lo que creen tus mayores: si eres de Ourense, tienes un 99,9% de probabilidades de ser católico; si naciste en Rabat, cuentas con las mismas posibilidades de ser mahometano. ¿Pero qué ocurre con el fútbol, que produce cosechas de seguidores del Madrid o del Barça... hasta en Rabat, a miles de kilómetros?

 

Uno nace del Atlético de Madrid, y por mucho que su club lo maltrate, continuará atlético hasta su muerte. Tan inexplicable como en las religiones, donde millones de roñosos y muertos de hambre y enfermedad alaban a diario la bondad de su dios, como irracionales sufridores atléticos.

 

Por eso, por su inmensa capacidad para mover sentimientos sin pasar por el filtro de la razón, los mourinhos y los guardiolas deberían medir más sus palabras. Tal como están las cosas, un exceso verbal más podría desencadenar una nueva cruzada contra el infiel. Y todo por una mierda de pelotita.

 

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