Fuego amigo

¿Quién tiene que reconciliarse con quién?

El proyecto de Ley de la Memoria Histórica es una chapuza que no contenta a nadie. Para el facherío unido que jamás será vencido (os remito a los comentarios en este mismo diario sobre la retirada de la estatua ecuestre del generalito dictador que todavía se mantenía en pie en la Academia General Militar de Zaragoza, un general inmoral que representaba el ejemplo práctico de cómo no debe comportarse un militar que, tras jurar lealtad a la Constitución de su país, dio un golpe de estado e instauró una dictadura sangrienta durante cuarenta años), decía que para la derecha "no hay que remover" la historia porque es un agua pasada y turbia que sólo sirve para ahondar en el rencor e impide la reconciliación.
La izquierda quiere aplicar el principio jurídico, dictado por el sentido común, de que a los delincuentes hay que juzgarlos para que cumplan su pena. Y la única pena que pedimos para los delincuentes militares, religiosos y civiles que se sublevaron contra la legalidad y extendieron el odio y la venganza durante generaciones, es que paguen la pena, ya simbólica a estas alturas de siglo, de la condena histórica de sus fechorías, con la desaparición de sus símbolos victoriosos que todavía tapizan edificios públicos e iglesias, con la anulación de los juicios militares sumarísimos, simples asesinatos escenificados, parodias de legalidad mediante las cuales se llevó a cabo una infame limpieza política del adversario.
Ante el argumento de la extrema derecha, los hijos ideológicos de los sublevados, sólo cabe preguntarse quién tiene que reconciliarse con quién. Y le devuelvo el argumento con una comparación muy querida por ella: ¿Son las víctimas de ETA las que tienen que reconciliarse con los terroristas? ¿Son las mujeres violadas las que deben reconciliarse con sus violadores?¿Son los expoliados los que han de reconciliarse con los ladrones?
¿Recordáis la sentencia de aquel juez que en un juicio por violación reconocía como eximente que la violada "iba provocando" con su indumentaria? ¿Hasta cuando tendremos que escuchar que la mitad de la España violada iba provocando?
Creo que el Gobierno de Zapatero ha dado un mal paso, un paso cobarde, cuando hasta ahora no le había temblado el pulso para otras leyes mucho más conflictivas. Es un mal paso porque la herida sigue sin cerrar como pago a una falsa reconciliación con quienes no quieren pedir perdón como justificación a los desatinos de quienes abrieron esa herida.
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El cabo topógrafo (Fin del cuento largo)
Cuando volvió en sí, se encontró sentado en el suelo, contra un carro de combate, rodeado por un teniente, tres soldados de la policía militar y un intérprete que le gritaba órdenes o preguntas, no lo sabía muy bien, en árabe. El cabo Manuel les devolvió una sonrisa bobalicona.
-Hola, muchachos, se presenta el cabo topógrafo Manuel Santisteban Méndez. Creí que no os encontraría nunca -dijo arrastrando la lengua, con la mirada extraviada, todavía bajo los efectos del traumatismo.
-Excelente actuación, Mustafá -tronó la voz del teniente-. Ahora deja de hacer el idiota y dime cuántos exactamente habéis conseguido infiltraros en nuestras filas. Por si te sirve de dato, ayer fusilamos a otro compañero tuyo que se hacía pasar por artillero de primera. Y eso que estaba mejor preparado. Por lo menos tenía menos cara de moro que tú, pedazo de imbécil.
-Es que creo que les obligan a llevar a todos el mismo bigote del Sadam, mi teniente -le susurró al oído el sargento de la policía militar-. Aunque digo yo que para estos trabajos especiales deberían afeitárselo...
-Me lo repita, mi teniente -interrumpió el cabo Manuel. La voz y el sentido se le iban aclarando lentamente.
-Que me digas inmediatamente cuántos sois y la posición exacta.

-Soy yo, y estoy aquí -respondió, divertido.
Un sargento de una envergadura descomunal se le plantó delante de la cara. Un segundo después, Manuel sintió que le elevaban un palmo del suelo, suspendido por el cabello.
-Mira, Mustafá de mierda, no he venido hasta aquí para ponerme a hacer juegos de palabras ni pienso perder mucho más tiempo contigo. ¿Qué has dicho que eres?
-Cabo topógrafo, mi sargento – respondió Manuel con un hilo de voz.
-¿Cabo topógrafo? -El sargento se dirige al teniente, sin soltar el pelo de Manuel- ¿Para qué coño queremos topógrafos en el desierto, mi teniente?
-Supongo que para marcar los riachuelos, las montañas, los caseríos, los molinos y todas esas cosas que, como todo el mundo sabe, abundan en los desiertos -contestó el prisionero, incapaz de abandonar la sorna, a pesar del dolor-. Es exactamente lo mismo que les dije en Madrid a los de la Caja de Reclutas. ¿Para qué quieren ustedes un cabo topógrafo como yo en el desierto, si, además, de lo único que sé es de latín?
-Claro. Y ahora vas a decirme que estás vestido con ese uniforme porque te perdiste en el desierto, encontraste el cadáver de un moro y te lo pusiste por si acaso, por si caías en manos del enemigo, para disimular. ¿A que sí?
-¡Coño! ¿Cómo lo sabía, mi teniente?
-Oye, Mustafá. ¿Es que me has visto cara de idiota? ¿Crees que un cabo, y además, topógrafo, del ejército español puede perderse por el desierto? ¿Y que iba a cometer la estupidez de ponerse el uniforme del enemigo, sabiendo que es motivo suficiente para fusilarlo en el acto?
-Pues, ya ve, eso último no lo sabía...
-¡Cállate! -le ordenó el teniente, con claros síntomas de estar perdiendo la paciencia-. ¿Dónde has aprendido a hablar español?
-El español lo aprendí como usted, en casa. El latín, en Salamanca, por si también le interesa... Ahora sólo falta que me pregunte, como en las películas de guerra americanas, quién ganó la Liga el año pasado. Ande, pregúnteme quién ganó la Liga el año pasado.
El teniente llamó a su gente a un aparte. El cabo Manuel les veía deliberar como un entrenador y sus pupilos en un momento del descanso reglamentario. Menos mal, cavilaba. Menos mal que les dije lo de la Liga, para que se sintieran ridículos y no me lo preguntaran. Porque sólo faltaba que me fusilaran por no saber quien coño ganó la liga el año pasado...
-¡Eh, tú, Mustafá! -se oyó la voz del teniente, a veinte pasos del cabo topógrafo. La pistola del oficial y los fusiles de los tres policías militares le apuntaban al estómago-. Dinos, Mustafá: ¿Quién ganó la Liga el año pasado?

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