Fuego amigo

Los jóvenes esclavos

 

Algunos césares y generales romanos victoriosos, cuando eran recibidos por la multitud en el desfile del Triunfo, eran acompañados por un esclavo que sostenía sobre la cabeza del triunfador una simbólica corona de laurel mientras le iba recordando al oído que era mortal. Memento mori, le decía, como cuando aquel joven militante socialista le gritaba a Zapatero en la victoriosa noche electoral de 2004: "No nos falles". Era un joven esclavo del partido, quizá asustado por la tarea que se les venía encima, inconsciente de que cuando uno llega al gobierno ha de luchar contra dos frentes abiertos simultáneamente: contra los poderes fácticos que llevan gobernando muchos siglos antes de que él naciera, y contra sus propias promesas... que atan más que dos carretas.

 

Los partidos aprendieron tempranamente a mimar el voto fiel de los jubilados, con viajes del Imserso y mensajes de que sus pensiones están a salvo, pero se muestran desconcertados ante los jóvenes esclavos que han tomado la calle para recordarles que los políticos también han de morir. Antes del triunfo, nadie se atrevió a decirle al esclavo eso de que ya te he oído, chaval, que dejes de dar la murga. En campaña todos aseguraron comprender las justas razones de los acampados indignados de las plazas de España, excepto algún representante recalcitrante de la derecha, fuera del guión.

 

Una vez acabada la fiesta del Triunfo, hasta el PSOE, que intenta evitar la sangría de votos por su derecha, encuentra ya muy molesta la insistencia del esclavo. José Bono y el ministro Jáuregui ya le han advertido de que si no deja de tocar las narices le envían los guardias de la porra. Que muchas gracias, pero que su trabajo ya ha terminado.

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Primera meditación para hoy:

 

Los sucesos de ayer ante el Paramento catalán, donde los indignados intentaron impedir la entrada de los diputados al pleno, no constituyen precisamente un planteamiento de seducción a la clase política que debería recoger las reivindicaciones, más que razonables, del movimiento asambleario. Si el conseller Puig había demostrado una exquisita torpeza hace unos días empleando la fuerza, la reacción de los indignados ha conseguido convertir también en indignados a toda la clase política, sin excepción. Verdes, rojos, y azules recibieron el mismo trato, zarandeos, ataques con spray, insultos, e incluso un intento de dejar a un diputado ciego sin su perro guía, hazaña ésta que figurará el día de mañana como un hito heroico en la historia de esta particular toma de la Bastilla.

 

Los grupos más numerosos de Sol y de Plaza Catalunya han emitido ya sendos comunicados desmarcándose de los métodos violentos de sus compañeros. Hasta el Coordinador General de Izquierda Unida, Cayo Lara probó en su propio culo la medicina del desconcierto en que estamos todos sumidos: también fue zarandeado e insultado por un grupo de indignados en Madrid, en el barrio de Tetuán, en un acto al que había acudido en solidaridad para paralizar un desahucio. Cayo Lara, al que se supone líder natural, o al menos moral, de un movimiento sin líderes como el que levantó el 15M, debe de estar preguntándose todavía a estas horas eso de "quiénes somos los nuestros".

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Segunda meditación para hoy:

 

El párroco de La Gudiña, el pueblo ourensano para el que había ganado un acta de edil por el PSOE, ha renunciado al cargo por presiones del obispado. Tal como os decía ayer, efectivamente, extra Ecclesiam nulla salus: fuera de la Iglesia, el cura no tenía ni media hostia.

 

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