Fuego amigo

El amor es peligroso para la salud

Está la peña tan excitada que si haces el amor, y no la guerra, te matan. Toda la gente del PSOE que he oído ayer por la radio ha tenido que dar todo tipo de explicaciones, algunas rocambolescas, para explicarle al fogoso embajador de Israel en España que Pepiño Blanco no quiso decir lo que dijo, o que no dijo lo que el señor embajador y todos los españoles creímos oír, es decir, que no dijo ni por asomo que Israel estaba bombardeando a propósito a población civil.
Ayer los teléfonos echaron humo en el ministerio de Asuntos Exteriores, y al caer la tarde todo volvió a los cauces de lo políticamente correcto. Ahora unos y otros se comen los mocos. Que Israel haya bombardeado aeropuertos, puentes, carreteras y almacenes de suministros básicos para sembrar el terror y la desesperación entre la población indefensa sólo son efectos colaterales de la insensatez de poner en manos de los militares la dirección de una guerra. Es que lo que se lleva es hacer la guerra, y no el amor.

Si no, venid conmigo a la piscina de La Elipa, de Madrid. Una pareja de homosexuales fue apedreada, y uno de ellos pateado, por el delito de besarse en público. ¿Pero qué hacían dos hombres besándose, y en público, además, en vez de estar en las filas de los israelíes o atentos a la posible llamada de Aznar para el bombardeo masivo de el Líbano? O por decirlo con palabras de los muy cristianos inductores de la agresión que azuzaron a los chicos de etnia gitana que la consumaron: ¿Qué ejemplo están dando esos maricones a nuestros hijos? Así que, sus queridos hijos lo que vieron fue una lección práctica de lo políticamente correcto, que es lo que se lleva últimamente: el desprecio, la agresión, el insulto contra el diferente, el que no piensa como tú. Sus hijitos no podían ver a dos hombres besándose (quizá piensan que la homosexualidad es contagiosa) pero sí podían ver la muy edificante escena de cómo se forma un charco de sangre en el suelo después de partirle el cráneo a un congénere.
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(Meditación para hoy: ayer fue el día del patrón de mi pueblo, Santiago Matamoros -vapordiós-. Este inoportuno apodo, tan políticamente incorrecto, se lo ganó a pulso el apóstol por su manía de aparecerse a los reyes cristianos (según los reyes cristianos) antes del combate para insuflarles ánimo en sus batallas contra los moros. La imaginería de la Edad Media lo representaba montado a caballo, blandiendo una espada monstruosa con la que degollaba a moros tocados con turbante y barbadas caras de malos malísimos. Yo pensaba, en mi inocencia, que este año, un presidente socialista de la Xunta de Galicia delegaría la mascarada de la tradicional "ofrenda al Apóstol" en algún católico de su gobierno, un Bono o un Vázquez que se prestaran con entusiasmo a invocar la ayuda de un apóstol que ni está enterrado allí ni se le espera. Que un gobierno laico se siga prestando en el siglo XXI a la propagación del mayor fraude y operación de imagen de la cristiandad medieval me parece una estafa política. Cuando oí a Emilio Pérez Touriño dirigirse al santo "implorando su patronazgo" en la búsqueda de la paz corrí a tomarme un calmante. Porque me hará falta una buena ración de calma si ahora resulta que la izquierda a quien tiene destacado en la mesa de negociación del proceso de paz es a personajes como Santiago Matamoros.

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