Fuego amigo

El problema es el almita

La figura del lobby, tan incardinada en la vida política de los Estados Unidos de América, ha sido siempre muy mal entendida en parte de la vieja Europa. En España, el lobby del ladrillo ha gobernado municipios en la sombra, como el de Marbella, y de él se sospecha que alimenta la caja B de todos los partidos políticos sin excepción, y que hasta pudo dar un vuelco a las últimas elecciones para la presidencia de la Comunidad de Madrid con la compra de diputados socialistas. El ladrillo es como el negocio de la droga, da tan ingentes beneficios y el riesgo es tan escaso que resulta muy difícil resistirse a sus encantos.
Yo prefiero los lobbys de los Estados Unidos, son más transparentes, e incluso para influir en determinados estamentos sociales deben apuntarse en un registro público, con declaración de intenciones. Cuando Aznar, por ejemplo, intentó ocultar que había contratado un lobby para comprar la medalla del Congreso de los Estados Unidos, fue víctima de esa maldita transparencia de la sociedad norteamericana y de que el nuevo gobierno se encontró con una extraña factura multimillonaria, en euros. De no ser así, una vez conseguida la medalla, nos la hubiesen vendido como el triunfo indiscutible de la estatura política del hombrecillo insufrible (en inglés, a cuatro columnas en el Washington Post: the isufferable little man).
Gracias a ellos sabemos que su presidente George W. Bush consiguió su reelección con el sufragio de la Asociación Nacional del Rifle, lo más parecido a un partido nazi en la legalidad, al poderosísimo lobby financiero judío, y a toda cuanta asociación ultracristiana tiene su asiento y predica su credo reaccionario, desde Boston a California. Muy listo, mi niño, no es, ya lo sabemos, y muchos dudan de su equilibrio mental desde que oye voces del más allá, pero no se puede negar que es buen pagador. No oye, en cambio, las voces del más acá que le solicitan que impida de una vez la proliferación de armas en manos de los particulares, ni las que le gritan que la guerra de sus patrocinadores en Líbano es terrorismo de Estado, ni las que intentan sin éxito explicarle que las células madre embrionarias (las que ya no sirven para otra cosa, ultracongeladas después de haber sido reservadas para fecundación in vitro) son la línea de investigación de futuro de la medicina para la curación de infinidad de enfermedades.
Es un buen pagador, y por eso ayer emitió su veto presidencial a la ley aprobada por el Congreso y el Senado que dotaba de más fondos a la investigación con células madre. Hasta buena parte de sus propios correligionarios se ha sublevado contra él y ha votado a favor de la ley, una ley que defiende Nancy Reagan, la muy republicana esposa de Ronald Reagan, fallecido a causa del Alzheimer.

Para ello hizo una puesta en escena que sólo la sociedad americana es capaz de digerir sin atragantarse: anunció su veto rodeado de familias que habían acudido para la foto con sus niños concebidos mediante fecundación in vitro, como diciendo "los embriones congelados que queréis matar son el fermento de niños rubitos como los que aquí veis".
La clave, al parecer, está en que, según los ultracristianos, dios se adelantó y ya había puesto un almita en el embrión, un almita que, aunque congelada, no se toca porque vale mucho más que la salud futura de los seres humanos. El problema es el almita. Vosotros, queridos niños, os preguntaréis: ¿para qué querrá dios tanta almita ultracongelada?
A vosotros, como hace mucho tiempo que no estudiáis religión, os parece una pregunta absurda. Por eso en España los talibanes pretenden corregir esa carencia científico/cultural de nuestra sociedad, intentando hacer obligatoria la asignatura de religión. Para que las generaciones futuras tengan respuestas perfectamente idiotas a las preguntas más absurdas.
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(Meditación para hoy: Hoy, a las 7,30 de la tarde, estaré como un clavo en la Puerta del Sol de Madrid, en la manifestación convocada "Contra la guerra y la ocupación. Por la paz en Oriente Próximo". A los madrileños que no tengáis el alma ni el corazón de hielo, allí os veré.)

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