Fuego amigo

Criminales damas de blanco

 

Parece ser que fue un secretario de Estado de Franklin D. Roosevelt quien dijo del corrupto dictador nicaragüense Anastasio Somoza la famosa frase de "puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Todo régimen tiene su hideputa particular. No hace tanto que los partidos comunistas europeos consideraban a los dictadores del otro lado del telón de acero sus imprescindibles hideputas.

 

Con la caída de los regímenes dictatoriales árabes hemos refrescado imágenes en las que los mandatarios occidentales democráticos aparecían visitando o recibiendo a los dictadores, sus muy útiles hideputas que nos proveían de petróleo o que supuestamente servían de tapón a los movimientos radicales islámicos, mucho más temibles, al parecer, que sus propios regímenes sangrientos. Gadafi paseaba sus payasadas por cancillerías europeas plantando su jaima de lujo en los jardines presidenciales, servido por las huríes de su guardia personal, o bien invitaba a los representantes de regímenes revolucionarios hermanos, como el depuesto presidente de Túnez o el líder venezolano Hugo Chávez, a contemplar desde la tribuna sus grotescos desfiles militares.

 

A pesar de la historia reciente del papado de "los fornicarios", de las huestes asesinas y depredadoras de las cruzadas, de la caza de brujas, de los curas pederastas, o de la inmensa riqueza en oro, joyas e inmuebles en las que nada la Iglesia, los católicos saben que la historia de su religión es la de un hideputa, pero que es su hideputa particular.

 

Ya tan solo los irrecuperables consideran comunista al régimen chino. Pero entre la izquierda, una vez caídos los Ceascescu y sus colegas rusos o polacos, todavía hay quien se refugia en viejos hideputas como los hermanos Castro para mantener la llama de la ilusión de que cierto "socialismo real" es posible.

 

Al buen hideputa todo se le disculpa. La Iglesia es un tinglado mafioso, pero hace una labor estupenda con los pobres del tercer mundo. El régimen represor de Franco, con su política de pantanos, hizo posible que España no se muriera de sed en épocas de sequía. Y la monarquía revolucionaria y hereditaria cubana, la que acaba de apresar a dieciséis de las peligrosas y subversivas Damas de Blanco en su particular 15M, ese calco del franquismo, con sus sindicatos verticales, su parodia vecinal de partidos políticos, sus organizaciones juveniles entusiastas, como la OJE, donde se fraguan los futuros cuadros del partido, su policía política, sus delatores a sueldo, su falta de libertad de opinión y movimiento, sus presos políticos... resulta ser una monarquía estupenda, a pesar de todo, porque asegura a sus ciudadanos una sanidad gratuita y una escolarización universal.

 

También es posible que el hideputa sea yo. Pero, qué le vamos a hacer: soy vuestro hideputa.

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