Fuego amigo

La negra sangre de las dictaduras

 

Los EE.UU, uno de los líderes planetarios en la aplicación de la pena de muerte, muchas de ellas de muy dudosa legalidad y limpieza en el procedimiento, el país que mantiene en Guantánamo, territorio robado a Cuba, un penal al margen de los derechos humanos, donde, según Cruz Roja, se tortura a presos que no conocen ni siquiera el delito que se les imputa, ese país que confía en su dios hasta (o sobre todo) en los billetes de dólar, dice estar muy preocupado por el terrorismo de los demás.

 

Mantiene a Cuba en la lista negra de países que acogen el terrorismo, aunque no le había importado borrar de ella a la Libia de Gadafi, el muñidor del atentado contra el avión de Pan Am que sobrevolaba la localidad escocesa de Lockerbie, en el que murieron 270 personas, porque el dictador libio mostró a tiempo su arrepentimiento indemnizando a sus víctimas con el dinero manchado de petróleo que robaba a su pueblo. El dinero, como la confesión en los católicos, puede lavar los crímenes más horrendos.

 

Ahora, 34 congresistas republicanos y demócratas han enviado a Repsol una amenaza, advirtiendo a la compañía petrolera de posibles "serias repercusiones" si continúa con las exploraciones de petróleo en las aguas territoriales de la isla. En su intento por asfixiar económicamente a Cuba, como método contraproducente e inútil de acabar con la dictadura cubana, el matón del norte teme que el hallazgo de petróleo desbarate unos planes que llevan fracasando varias décadas.

 

Eso sí, sus compañías petrolíferas pueden comerciar con dictadores sanguinarios como Obiang o los reyezuelos del Golfo Pérsico, como si ignorasen que el petróleo es la sangre viscosa que fluye por la venas de las peores dictaduras.

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