Fuego amigo

Fuimos a follar y nos follaron

Acaba de terminar el partido de fútbol Francia-España y la ilusión de los aficionados españoles. Aunque yo no lo vivo muy de cerca, sé que es de esas situaciones tristes para los seguidores, muchos de los cuales viven el fútbol como un encuentro amoroso en el que el gol es un orgasmo. Fuimos a follar y nos follaron. Las aficiones habían estado preparando el encuentro todo el día, calzoncillos y braguitas limpias, haciendo sonar el claxon de los coches por toda la ciudad con pitidos cómplices, ondeando banderas de España, haciéndose señales de acera a acera, en esos raros momentos en que todos estamos de acuerdo, en el que el músculo político duerme y la ambición del dinero descansa durante unas horas, como diría el tango.
El fútbol debe de ser algo muy importante en nuestras vidas porque unos lo comparan con el fanatismo de las religiones, otros equiparan el gol a un orgasmo, alimenta los nacionalismos más primarios y mueve más dinero que muchas de nuestras empresas multinacionales. Religión, sexo, nacionalismo y dinero. ¿Alguien da más?
Ayer recibí un correo de una de nuestras "posteadoras" habituales, y me preguntaba por qué Inglaterra acudía a los mundiales de fútbol como Inglaterra y no como Gran Bretaña, tal como hace en el caso de las Olimpíadas. No tenía ni idea, así que se lo pregunté a un amigo periodista y sin embargo culto, que me dio una explicación que me dejó más pensativo todavía.
Me cuenta que se debe a que los ingleses, como inventores que fueron del fútbol, impusieron sus propias normas a la UEFA desde el principio, de tal manera que en el Reino Unido existen hoy tres federaciones de fútbol distintas: Inglaterra, Escocia y Gales. Al parecer el asunto tiene muchas connotaciones políticas e, incluso, religiosas, pues dos equipos escoceses, El Celtic (católico) y el Glasgow Rangers (protestante), suspiran desde hace muchos años por entrar en la liga inglesa, que es donde está la pasta gansa, con la oposición frontal de Inglaterra.

Esta separación de federaciones dentro de una sola "nación" (bueno, no sé si es una nación o una nacionalidad histórica o un imperio que se desmorona) es la que ha servido de inspiración a los nacionalistas catalanes y vascos para exigir una federación y liga propias. El problema es, como siempre, que hay que elegir entre dos amores irreconciliables: el dinero o el sentimiento ultranacional. Los escoceses (eliminados en la fase previa de los mundiales) aprendieron en cabeza propia que con el sentimiento nacional por delante no se comen una rosca futbolera, con ligas raquíticas, de escaso movimiento de dinero. No entiendo mucho de esto, pero creo que los derechos de televisión son una parte del león de las finanzas de los clubes, y no creo que un partido Badalona-Berga, pongamos por caso, llegase a levantar pasiones en la aldea global.
El otro día, cuando España ganó su último partido, por mi barrio corría la juerga nocturna de celebración, coches ruidosos, banderas al viento, botellas de cerveza asomando por la ventanillas, y mucho oé, oé, oé, oéeeeeee. Acabo de asomarme a la ventana, y la ciudad parece en estado de shock. Digo yo que no será para tanto.
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(Meditación para hoy: leo en el periódico que el Papa perdonará los pecados a los fieles que asistan al encuentro con él en Valencia, concediendo para ello una indulgencia plenaria. Franco daba un bocadillo y pagaba el autocar para que le hincharan el ego en la plaza de Oriente, pero lo de este Papa es de un egocentrismo insuperable: ofrece nada menos que el Paraíso como premio. No es pequeña meditación la que os propongo para hoy, pecadores.

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