Fuego amigo

¿Por qué no sacan el santo?

España será pronto un desierto por falta de lluvias. Hemos sufrido el mayo más caluroso de la Historia, y auguran los meteorólogos que sufriremos el junio y el julio y el agosto más cálidos desde que haya noticia escrita. Cuando España era católica, se sacaban los santos en procesión y no se les dejaba descansar hasta exprimirles las primeras gotas de lluvia. Según la sociedad se hizo más laica, tomó el relevo la Feria del Libro de Madrid: inaugurarla y ponerse a llover era todo uno.
Supongo que la Iglesia, tan aficionada en tiempos pasados a alimentar con los ejemplares del Índice de Libros Prohibidos las hogueras de las noches de autos de fe, vería con malos ojos esa competencia desleal de los libros laicos en su misión de exorcizar la lluvia. Que san Antonio o san Pancracio gozaran de menor influencia sobre los meteoros que las reediciones de las obras de García Lorca, que además de rojo era homosexual, debía de tener sumida en el estupor a la Conferencia Episcopal.

Ahora, al fin, se ha descubierto el pastel: parece confirmarse que las lluvias y las temperaturas primaverales de los mayos de antaño se encuentran en proceso de extinción, como los linces. El cambio climático está demostrando que a la humanidad no hay dios que la salve, por dos razones: por estúpida y porque no hay dios. Y lo que es peor, ni la cultura, en forma de Feria del Libro, sirve ya para detener la muerte del planeta.
Si los santos no saben hacer su trabajo y los libros no cumplen con su misión última de invocar la lluvia, si no hay dios ni nos queda la palabra, como pensaba tontamente Blas de Otero, ¿qué nos queda?

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