Fuego amigo

El viento y el subconsciente son materiales incontrolables

Dos noticias de ayer me llamaron la atención. Una, la faena que el viento le ha jugado a la princesa Letizia, poniendo su principesca lencería a la contemplación de la plebe. La otra, la faena que el subconsciente le ha jugado a Alejo Vidal Quadras, eurodiputado por alejamiento profiláctico de su partido, el PP, alejado a miles de leguas de Barcelona para comprobar si era verdad que el fascismo es una enfermedad que se cura viajando.
El viento y el subconsciente son dos materiales incontrolables. Para el político emigrado en Bruselas, el Estatuto se aprobó en el Congreso "con un 60%" y en el Senado con menos del 50% de los votos de la Cámara, para concluir a continuación que en la época de Manuel Azaña "este planteamiento trajo la revolución sangrienta del 34, la Guerra Civil y 40 años de dictadura". Ayer yo animaba a Acebes a provocar una escisión y montar, a modo de sucursal, un partido de extrema derecha donde aparcar a sus legionarios y sus falangistas de la FAES. A mí es que me gusta tenerlos de frente, no camuflados en partidos democráticos, por si sus palabras, más que un análisis histórico (el estilo analítico del hombrecillo insufrible está haciendo Historia) son abiertamente una amenaza. Por lo menos hoy ya sabemos que Vidal Quadras podría ser el secretario general de esa escisión.

El otro suceso, más banal, el de la exposición de lencería de su alteza, me llenó de alegría. Fue un bálsamo entre tanta noticia atemorizante, de la España que se hunde, amenazada por golpistas de toda ralea. Ahora ya soy mayor, y ya sé que las princesas también llevan bragas. Pero en mi infancia, mientras mis amigos se hacían preguntas enjundiosas, del calibre de si existían los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez, yo me preguntaba qué llevaban los curas y las monjas debajo de las sayas, o bien (lo juro por mis niños) si los papas también meaban. Mi imaginación no la poblaban ni princesas ni reinas, porque no teníamos, y lo más parecido a ellas, la hija de Franco o su esposa, no me suscitaban ni un mal pensamiento.
Se puede decir sin tapujos que hoy corren vientos democráticos, que lo mismo enredan entre las piernas de las princesas como de las plebeyas. No quiero ni pensar qué hubiese ocurrido si a Carmen Polo una ráfaga de viento hubiese expuesto a la curiosidad pública sus puntillitas en un desfile militar, pongamos por caso. Nos habríamos quedado sin viento democrático durante cuarenta años. Gracias a eso, pudimos disfrutar de una larga democracia, fresquita y bien ventilada, tan añorada por Vidal Quadras.

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