Fuego amigo

¿Qué secreto guardan?

Me encantan las palabras mágicas. Cuando niño, me pasé semanas diciendo «abracadabra», con la vana pretensión de que se me abrieran las puertas de algún tesoro. Sólo supe de mayor que las palabras mágicas para que se te abran las puertas son «tire» y «empuje». Por no hablar de las palabras mágicas de los curas, pronunciadas a veces en latín, con las que aseguran convertir pan y vino en cuerpo y sangre de su dios. En la muy evangélica emisora de radio de la Iglesia, los «predicadores de las ondas» dominan una panoplia de palabras mágicas de efecto fulminante, sobre todo en los políticos del PP. Cuando las pronuncian, toda la extrema derecha se moviliza, como un resorte. Es como la purga de Benito (Mussolini).
Esos predicadores funcionan como una especie de comité de vigilancia, en vela permanente para que la tensión social no descienda, para que el desasosiego alimentado por la extrema derecha no se tome un sólo día de asueto. Ayer recibieron la mala noticia de que los informes de los servicios secretos confirmaban la decisión del alto el fuego permanente por parte de ETA, un bálsamo para el resto de la sociedad. "Todos los partidos políticos, excepto el PP" anunciaron su apoyo al gobierno para que comience las conversaciones. Y una vez más, aparecieron las palabras mágicas ("precio político", "memoria de las víctimas", "lo que tiene que hacer ETA es disolverse") para que la fiesta nos durara justo hasta el primer telediario. Ni un minuto más de tregua.
Supimos también ayer que la distancia en la intención de voto de los españoles entre PSOE y PP sigue creciendo, según el pulsómetro de la Ser (convenientemente manipulado por Polanco). Que la brecha se agranda cuanto más percibe la ciudadanía que la paz es una mala noticia para los hijos espirituales del hombrecillo insufrible. Pero la tensión es como el ciclismo: si dejas de pedalear te caes. Ellos mismos se han cortado todas las salidas, y no pueden volverse atrás en sus teorías delirantes. Los medios de comunicación de los predicadores, que han hecho del anuncio de futuros cataclismos su razón de existir, aparte de verse obligados a rescribir diariamente el pasado para que la historia se acomode a su realidad (el 11-M), niegan el presente (que ETA ha dejado las armas) para que el futuro no se los lleve por delante en una marea de entusiasmo (las próximas elecciones).

Este es un país sediento de paz, que se aferra como puede a cualquier rayo de esperanza. Que los dirigentes populares, camino de impopulares, sigan tan ciegamente las órdenes de los predicadores, a sabiendas de que les llevan al suicidio político, sólo se explica por el poderoso y misterioso hechizo de sus palabras mágicas.
¿Qué secreto terrible guardan de Mariano Rajoy que incluso cuando le insultan («maricomplejines», le llaman) obedece presto, a sus órdenes, como hechizado por un sortilegio? ¿Qué secretos terribles no sabrán, con sus formidables equipos de investigación, de ese compañero de viaje que desembarcó en la política "para forrarse"? ¿Hasta dónde habrá llegado, se estarán preguntando, la seducción del cura violador Marcial Maciel sobre el tercer y locuaz legionario de Cristo?
No hay nada. Ni una certeza. Sólo encantamiento. Únicamente el influjo de la magia puede explicar tanto desatino.

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