Fuego amigo

Volverán los pilotos sus nidos a colgar

Todos los años espero con ansiedad la llegada de las oscuras golondrinas y la huelga de pilotos de aviación. Las golondrinas están raras con esto del cambio climático. La otra especie voladora, los asalariados mejor pagados de España (más de 24 millones de pesetas anuales), también están raros, pues hace al menos un par de años que no se ponen en huelga, según mis cuentas, en petición de un mayor salario. Esta vez me han sorprendido con un acto aparentemente generoso: en lugar de huelgas, y siguiendo las enseñanzas de sus mayores de la derecha, han sacado sus pancartas (eso sí, de diseño) en manifestación, con consignas tales como 'La seguridad no es negociable', 'Nuestra seguridad es la suya', 'Volar bajo presión es peligroso' o 'El Ministerio de Fomento es cómplice de esta situación'.
No sé si esta vez tienen razón, y están en verdad más preocupados por nuestra seguridad (y la suya) que por sus cuentas nada corrientes, como era su costumbre hasta ahora. En cualquier caso hay que reconocer que fue una manifestación tan ordenada y vistosa, tan de señorito de lolailo engominado, que más parecía la Feria de Abril sevillana que un acto reivindicativo.

Debo reconocer que me resulta un colectivo desconcertante cuando se incluye impúdicamente dentro de la clase obrera, para justificar el chantaje periódico a la sociedad española por parte del sindicato de primera clase, conocido como el SEPLA. Yo los prefiero así, desfilando y lanzando consignas por los pasillos de Barajas, y no cuando nos dejan a todos en tierra en los días clave del comienzo de las vacaciones hasta hurgar impunemente en nuestros nervios, empujados por el hambre.
Porque cuando les van bien las cosas, cuando en sus ojos avezados se distingue nítido el brillo estrellado del éxito, cuando no son tan pobres, y no necesitan colocar en estado de irritación extrema a sus congéneres, tomarnos como rehenes de sus reivindicaciones, amargarnos las vacaciones, o poner en peligro la industria turística de todo un país, cuando no es así, digo, en realidad yo los admiro. Aun más, envidio su pícaro porte de capitán de yate cuando caminan por los aeropuertos como flotando por sobre el resto de los humanos, como si en realidad nunca aterrizaran del todo, como si algo de ellos permaneciera para siempre en las nubes en las que una política aberrante les ha instalado.
Y si esta vez el desfile pancartero resulta ser un acto desinteresado en busca de nuestra seguridad, pues más guapos todavía

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