Fuego amigo

Un perro estúpido que caga donde duerme

Ayer supimos que España cada vez cumple menos con sus compromisos con el Protocolo de Kioto, y que en lugar de reducir las emisiones a la atmósfera de gases "de efecto invernadero" las ha aumentado. Y España somos todos nosotros. Bien es cierto que en el cómputo total somos una minucia en comparación con el gran contaminador del planeta, los Estados Unidos de América, que, por cierto, no ha suscrito el protocolo. Pero ya que hemos prohibido la pena de muerte y hemos sacado de guerras ilegales a nuestras tropas, bueno sería que el ejemplo de la vieja Europa solidaria también alcanzase a los esfuerzos globales de la preservación del planeta.
Los científicos auguran que el calentamiento provocado por el efecto invernadero hará que desaparezcan miles de kilómetros de costa, generalmente salpicados de grandes núcleos de población, debido al aumento del nivel de las aguas. Un amigo mío últimamente está con la guasa de que las mafias marbellíes, murcianas, valencianas, y las que faltan por descubrir, tienen prisa en forrarse con sus urbanizaciones a pie de playa ante la posibilidad de que la subida de las aguas se lo lleve todo por delante. Y los seguros no cubren los daños provocados por las catástrofes naturales.

Hollywood ya nos lo ha explicado en películas de éxito, con un Manhattan convertido en Venecia, y poblaciones enteras huyendo despavoridas en busca de salvación en terrenos más elevados. Los desiertos podrían florecer, y los vergeles, desertizarse. Nunca la mano del hombre había sido tan determinante en su influencia sobre el medio, como un perro estúpido que caga donde duerme. Unas especies deberán acomodarse al cambio climático y otras desaparecerán irremediablemente. Los arrozales pasarían a ser estepas y las estepas, bosques o desiertos.
Entre las transformaciones más curiosas que se avecinan, una me ha llamado poderosamente la atención. Según unas recientes Jornadas sobre Calentamiento Global y Vino, celebradas en Barcelona, el aumento de las temperaturas medias de entre 2 y 6 grados en los próximos 50 ó 100 años (yo no estaré) trastocará por completo el mapa vinícola mundial. Un pequeño cambio en la corriente del Golfo (cuya influencia permite que Europa no sea un continente helado en su mayoría) modificará drásticamente los patrones de temperatura y, sobre todo, de pluviometría en toda la fachada atlántica, desde Escocia hasta Canarias, con la consecuencia de que los vinos de Rías Baixas y de Burdeos, por ejemplo, ya no volverían a ser los mismos, si consiguieran sobrevivir. Los tintos serán más pálidos, aumentarán su contenido alcohólico y se harán más "pesados". Y los blancos perderán sus virtudes florales.
Tengo la impresión de que el vino, debido a la extrema sensibilidad de la uva a los vaivenes del clima, será quien definitivamente certifique la defunción del planeta. Claro que, para entonces, yo estaré criando malvas en vez de cepas.

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