Fuego amigo

Que nos parta un rayo

Como sabéis, este cuaderno de bitácora está para hablar de los divino y de lo humano. Hoy quisiera hacer una reflexión sobre lo divino: cada vez entiendo menos a dios. Ya conocéis la noticia del pueblo leonés de Prioro (supongo que la raíz de su nombre será la misma que la de Priorato, un territorio bajo la jurisdicción de un Prior, un cargo eclesiástico inmediatamente por debajo del de Abad): un rayo cayó sobre su iglesia cuando se celebraba un funeral, con el resultado de tres heridos graves y varios leves. Y el cadáver de la finada continúa corpore insepulto a la espera de que los bomberos lo rescaten.
Otras veces, más bien casi todos los años, el mismo e incomprensible dios provoca la muerte de cientos de fieles musulmanes que se dirigen a rezarle, camino de la Meca, en avalanchas, en incendios, en accidentes multitudinarios.
El Ganges, el río sagrado de los hindúes, extiende su malsana contaminación a todo creyente que acude a él para hacer sus abluciones, en la creencia vana de que su agua, sucia como una cloaca, los purifica.

Todos estos ejemplos son una prueba de fuego para la fe de los creyentes y una demostración de la imposible existencia de dios para los ateos y agnósticos. Dios emplea el castigo de forma caprichosa e indiscriminada, sin importarle si estás de juerga en una casa de putas o rezándole con recogimiento en una iglesia.
Yo soy ateo porque dios no existe. Si existiese, os juro que no sería ateo. Y en este último caso, teniendo en cuenta su carácter arbitrario, capaz de responder con la brutalidad a quienes le están adorando, al menos no le daría la satisfacción de encontrarme de rodillas. De morir, hay que hacerlo con dignidad.
Lo dejo escrito por si existe y tiene a bien pasarse por este blog.

Más Noticias