Fuego amigo

Un brindis en el Vaticano

La ciudad del Vaticano es un estado, el más minúsculo del mundo (mil veces más pequeño que Andorra), donde mil habitantes ocupan apenas medio kilómetro cuadrado (bueno, a tenor de las características de la plaza de San Pedro, deberíamos decir medio kilómetro redondo). Es uno de los países con mayor densidad de población: 1.995 habitantes por kilómetro redondo, solo superado por Hong Kong y Macao, y el único con tasa cero de paro y de natalidad, porque no nacen niños de los matrimonios que no existen, con una inflación casi seis veces superior a la española, y con la población más envejecida del planeta. Es también el estado con mayor densidad de curas por católico cuadrado. Vive Dios que es un país raro donde vive Dios
No tengo el dato cierto, pero reunidas todas las sedes pontificias, con sus jardines aledaños, seguro que suman más territorio que el propio estado vaticano del que son delegadas, lo que le confiere una característica francamente singular. Y es que todo lo que concierne a este pequeño estado está fuera de norma: el Papa tiene a sus órdenes un ejército extranjero de juguete, la guardia suiza, disfrazada de pavo real, que solo sirve para asustar a turistas de pantaloncito corto, pero es, sin duda, el gobernante con mayor poder en la Tierra, pues gobierna con mano férrea sobre las conciencias de cientos de millones de fieles.
Y como el gobierno español lo sabe, allá se fue la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, a cerrar uno de los muchos frentes abiertos con que cuenta ZP: el de las relaciones Iglesia-Estado. La disculpa era la ascensión al cardenalato del primado de Toledo, Antonio Cañizares, y para tal ocasión, la vicepresidenta se disfrazó de católica, como diría Zaplana, con un traje entonado con el color de la púrpura cardenalicia. Las cámaras de televisión recogieron un brindis insólito, copa en alto, por la ventura del nuevo cardenal español y la mejora de las relaciones diplomáticas. Pero nadie nos ha contado qué contenían las copas. ¿Champán, cava, vino de misa, un spumante italiano o un Vin Santo de la Toscana?

Porque el actual vino de misa, aquí entre nosotros, es un mal vinillo que solo lo soportan estoicamente los héroes, como los curas, capaces de practicar el celibato y la castidad después de oír tanta pornografía como circula por el confesionario. El de misa es un vino añejo, generalmente rancio, un poco dulce, que a menudo alcanza los 15 grados de alcohol. Enológicamente hablando, un disparate. En cambio, el cava y los demás espumosos, con sus 11,5/12 grados, frescos, secos y chispeantes, son más digestivos, y mucho más sugerentes para llevarse al huerto a una vicepresidenta agnóstica a los postres de una negociación.
Yo hace años sugerí la sustitución del vino de misa por cava. Eran otros tiempos. Hoy quizá no sería una buena idea. Teniendo en cuenta que la derecha españolista boicotea el cava catalán, y que dios es de derechas de toda la eternidad, nos podríamos encontrar con que la consagración no valía, debido al boicot divino. Y ese sí que sería un nuevo e innecesario frente para ZP.
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(Meditación para hoy: Este diario publicaba ayer una noticia sobre Pilar Manjón, la presidenta de la Asociación de Víctimas del 11-M. Un lector dejaba el siguiente comentario a continuación: "El que siembra vientos recoge tempestades. Ya no engañas a nadie. Tú eres la que debías haber muerto en lugar de tu hijo. Eres la madrastra del terrorismo..." Haced un esfuerzo y decidme: un desalmado con tanto odio en su cuerpo, ¿qué lecturas diarias tendrá, qué radios escuchará, qué iglesias frecuentará, a quién votará?

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