Fuego amigo

Días de engorde para la ministra de Agricultura

Me ha dicho mi pollero que ya empieza a notar el descenso de consumo de carne de pollo. Poco, entre un diez y un quince por ciento, pero que aprecia un atisbo de miedo a la gripe aviaria en su clientela habitual. Al parecer se ha convertido en una especie de oráculo de Sanidad entre los habituales del mercado, obligado a contestar a las preguntas más peregrinas: que si los pollos y las gallinas son de confianza, que si hay que cocinarlos durante mucho tiempo para matar al bicho malo, que si los huevos también pueden contraer y propagar la gripe...
Me temo que pronto estaremos ante una situación calcada a la que vivieron los carniceros en el momento cumbre de la crisis de las vacas locas. La gente pasaba junto a las carnicerías como si allí viviese un apestado, o hacía un rodeo por otro pasillo del mercado para no tener que dar cobardes explicaciones a un carnicero cruzado de brazos que contemplaba con estupor cómo el miedo se contagiaba a mayor velocidad que el mal espongiforme o la gripe de las aves. Los consumidores se pasaron en masa del filete de ternera al muslo de pollo, sin que sirvieran de mucho los llamamientos a la calma por parte de las autoridades sanitarias. Hoy, el destino le devuelve la pelota a los carniceros, y quizá, al paso que vamos, acaben cobrándose las pérdidas de entonces. Así se comporta el mercado: más que la información es el miedo el motor de la Bolsa, más que la certeza es el rumor quien dirige las inversiones.
Lo que sí se es que a la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, le esperan días de engorde. Recuerdo que en plena locura de las vacas, cada vez que la ministra de Sanidad, Ana Pastor, abría la boca, a continuación tenía que abrirla más el entonces ministro de Agricultura, Arias Cañete, pero no para hablar sino para comerse un filete de ternera tras otro en público, con lo que sube eso el colesterol. Son los efectos colaterales de ser ministro de Agricultura, que tienes que dar ejemplo ante los medios de comunicación, aún poniendo en serio riesgo la salud de tus arterias, con lo pesados que son los fotógrafos: "Un bocado más, por favor, ministra". Y la pobre Elena Espinosa, trasunto de Carpanta, venga a darle graciosos bocaditos a un descomunal muslo de pollo asado, acosada por cientos de flashes. Y así, telediario tras telediario, hasta arruinar su figura.

No sé de qué naturaleza está hecho el miedo, quizá de la misma materia que la de los sueños, pero prende como una cerilla en una balsa de gasolina. No hay, a día de hoy, ni un sólo caso de gripe aviar en España, ni en aves ni mucho menos en humanos, que aconseje dejar de tomar pollo, gallina o codornices, pero el miedo es irracional, va directo a esa parte recóndita del cerebro que se encuentra a salvo del raciocinio.
De ello saben mucho los profesionales del miedo. Sólo son necesarios mensajes planos, cortos, sencillos, manejables, de fácil digestión, como la España que se rompe, la claudicación ante ETA, el fin de la familia, y demás necedades fáciles de alojar en ese lugar escondido del cerebro donde jamás serán descubiertas por las malvadas huestes de la razón.
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(Meditación para hoy: Lo de Irak va de cine. Al borde de la guerra civil, pero de cine. Suníes y chiíes, con el permiso del mismo dios, se matan entre sí y reducen a escombros sus mezquitas respectivas, mientras los soldados de la coalición allí presentes para liberarlos no saben ya quién es el enemigo, quienes son los buenos, quienes los malos, ni en qué consiste exactamente eso de liberar a un pueblo. Yo tengo una pista, pero me la callo porque los fachas me acusarían de que siempre estoy con lo mismo)

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