Fuego amigo

Amarse como auténticos animales

Acabo de ver las imágenes de una historia de amor asombrosa. En un lejano zoo, una serpiente, al parecer muy valiosa y buena gourmet, era alimentada por sus cuidadores cada cierto tiempo con un hámster vivo, lo más parecido a su dieta habitual en libertad. Pero de pronto un día, sin que nadie sepa por qué, la serpiente se enamoró de su menú, un hámster que te mira de una manera que, la verdad, dan ganas de comérselo, pero a besos. Y eso es, más o menos, lo que viene haciendo desde entonces la serpiente con su nueva pareja. Juega por toda la celda como con un animal de peluche, y a la hora de dormir, se enrosca alrededor del pequeño roedor como para proporcionarle protección.
Supongo que los biólogos estarán escandalizados de ver hasta qué extremos la mano del hombre puede subvertir el orden de los instintos, que no contento con haber domesticado al perro, al gato, al caballo y más animales que no quiero mencionar para que nadie se sienta aludido, puede interferir peligrosamente en los hábitos nutricionales de la fauna. Porque claro, imaginemos que ahora soltamos a tan enamoradiza serpiente en su medio natural. ¿Qué ocurriría? Pues que se moriría de inanición. Cada vez que se encontrase con un hámster, en lugar de comérselo le preguntaría esa dulce bobada de qué piensas hacer esta noche, cariño. Y así, un día tras otro, hasta morir de amor.
Quizá no sea un problema de la serpiente. Podría ser una habilidad de ese hámster que, en realidad, le ha tendido una trampa a su pareja, poniendo ojitos de cordero degollado y pucheros mimosos irresistibles, al estilo del hombrecillo insufrible en la ya célebre foto de las Azores, cuando la serpiente Bush le posaba la patita sobre el hombro. Leí el otro día que los humanos somos especialmente receptivos a ciertos mensajes cifrados de los rostros infantiles, al lenguaje corporal de los bebés, sean de la nuestra o de otras especies, lo que explicaría que los cachorros nos provoquen tanta ternura, y que los escaparates de las tiendas de mascotas nos llamen tanto la atención.
Habría que estudiar detenidamente a ese hámster y averiguar sus mecanismos de seducción, porque alguien que es capaz de aplacar la agresividad innata de una serpiente podría enseñarnos habilidades extraordinarias para detener el instinto depredador de otros animales en nuestra vida diaria. Imaginaos qué arma secreta de persuasión a la hora de enfrentarnos a un facha descerebrado, al portero de discoteca, al agente de tráfico que viene a multarnos, al jefe de personal de nuestra empresa, al apoderado del banco donde hemos solicitado un préstamo hipotecario, a nuestra suegra...

Y cuando los biólogos descubran el enigma, os propongo que formemos pequeños comandos de apóstoles, nos dispersemos por las dehesas extremeñas y andaluzas, y enseñemos a hurtadillas el truco al toro de lidia para que, al llegar a la plaza, el torero se enamore de él no más verle salir del chiquero, con ese nuevo porte garboso, esa mirada gatuna, esos cuernos llevados con tanta dignidad, y ese bufido zalamero, jamás vistos hasta entonces por estos cosos, que arrancarán un oléeeeee súbito de las gargantas de un público rendido, al fin, a los ocultos encantos de un toro bravo y pinturero.
Luego, si el toro y el torero quieren casarse, es cosa suya.
--------------------------------------------------------------------------------------
(Meditación para hoy: el PP anuncia que va a formular una pregunta/regañina parlamentaria porque el presidente de CiU, Artur Mas, y Zapatero se pasaron la tarde fumando en La Moncloa el día que cerraron la negociación sobre el Estatut. Seguro que eran puros habanos. Con una oposición así, sin complejos, ni sentido del ridículo, me siento protegido. Del Facherío me fío, como decía el anuncio. Ya me puedo ir a dormir)

Más Noticias