Fuego amigo

Van sobrados de moral

Hay quien piensa que tener una doble moral, es tener dos veces más moral que un inmoral. Pero no siempre es cierto eso de que más es mejor, pues la propia genética nos cuenta que tener un cromosoma de más (pongamos el 21) no te hace más inteligente, sino más incapacitado. Es el caso, también, de la manzana cuando la estás comiendo: mucho más repugnante que encontrar un gusano resulta encontrar... medio gusano.
Un ejemplo clamoroso lo estamos viviendo desde ayer a cargo del partido de la oposición a todo. Los mismos que nos negaron un referéndum para preguntarnos si nos apetecía ir de excursión a la guerra de Irak piden ahora un referéndum sobre un Estatut al que le faltan todavía varios meses de cocción, incluida la olla del Parlamento. Creen que con su doble moral van sobrados de razón, cuando en realidad sufren una enfermedad grave de exceso de cromosomas políticos que desemboca en un síndrome de inmoralidad. Por ir sobrados.
Al otro lado del charco, los amigos de los amigos del hombrecillo insufrible, como Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, que comparten la misma doble moral que nuestra rancia derechona, son capaces de invocar la defensa de la civilización para permitir que ejecuten en la cárcel a un anciano reo, sordo, ciego, diabético y en silla de ruedas, tras veinte años de ser torturado psicológicamente en el corredor de la muerte. Tal debe de ser esa tortura que ahora sabemos que un grupo de condenados a cadena perpetua solicita formalmente que se les aplique también a ellos la pena de muerte, una eutanasia con inyección letal.

¿Qué hubiera pasado si, pongamos hace un par de años, el anciano condenado a muerte hubiese pedido la eutanasia para dejar de sufrir? Pues habría ocurrido que, en la justa aplicación de la doble moral que adorna a sus carceleros, la eutanasia se le habría denegado... porque es un pecado contra dios. La doble moral configura un síndrome que se caracteriza por su facilidad para explicar que cada cosa tiene asignado por el destino un tiempo exacto, y no otro. Y así, unos referendos resultan ser buenos y oportunos, y otros malos e impertinentes; o bien, torturar un toro con banderillas y puyazos es bueno sólo si lo haces en un coso taurino con música zarzuelera; o bien, la eutanasia es mala, pero la silla eléctrica es un invento civilizado.
Tener una doble moral, como vemos, no te hace mejor sino un inmoral, pero resulta de gran utilidad. Ayer, por ejemplo, la moral número uno susurraba al oído de Josep Piqué que debería dimitir. Pero su colega, la moral número dos, que era la que precisamente estaba de guardia (mira tú por dónde) en la conversación íntima con Rajoy, fue la que tomó la decisión de continuar. ¿No es fantástico?
Yo, como soy un inmoral, me lo pierdo. Pero reconozco que debe de ser cojonudo.

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