Fuego amigo

Nessun dorma

Cuando esta mañana oí la noticia temprana de la muerte de Pavarotti me abalancé sobre la radio para sintonizar Radio Clásica. Estarán con un especial Pavarotti a tope, me dije. Pero la Radio Clásica, Nacional para más señas, no había movido una sola nota de su programación clásica. El programa es el programa, habrá dicho el jefe funcionario de programas, y las cosas no se pueden improvisar: al fin y al cabo el tenor italiano sólo llevaba muriéndose una semana, y no daba tiempo para otra cosa.

Según transcurrían las horas, de vez en cuando sintonizaba la clásica por si el jefe de programas había despertado de la siesta. En un momento dado anunciaron un especial para la noche, quizá porque hay tan pocas cosas grabadas del tenor más mediático de la historia que había que buscarlas debajo de las piedras. Pasó la tarde sin rastro del italiano, y llegó, al fin la noche. Un especial. Y como siempre ocurre en la radio de música en la que más se habla de cuantas radios de música existen, recurrieron a un grupo de expertos para ir comentando la vida del tenor.

Los que seáis asiduos a esta emisora sabréis de la dosis de pedantería que debemos soportar a diario, entre músicas celestiales, por parte de alguno de sus comentaristas, abstrusos, lentos, de voz engolada, que hablan para su ombligo, escuchando cómo cada una de sus palabras geniales rebota en el cielo y vuelve a sus oídos, como dando a entender que lo único importante del arte son ellos, sus críticos, sus administradores. Creo que ellos son en buena medida culpables de que la música clásica permanezca en las catacumbas culturales, como esos profesores de literatura conjurados en una cruzada secreta para que los alumnos terminen odiando la lectura.

Se alabó al artista (quizá no nazca una voz igual en todo un siglo) y se hizo con él y su vida un poco de salsa rosa en la que se rieron de sus escarceos comerciales con los otros dos grandes tenores de su generación, Domingo y Carreras, y sobre todo, se mofaron de su afición a compartir su insuperable timbre de tenor con los cantantes pop más famosos del mundo. Mientras ellos ridiculizaban de esa afición de Pavarotti por compartir escenario con los representantes de la música ligera, en el 20Minutos pudimos recordar ayer su faceta pop, con trozos de sus actuaciones con James Brown, Barry White, Brian May, Bono, The Edge, Brian Eno, Lou Reed y Mariah Carey. Y en medio de la emoción pensaba en cuánta gente, gracias a actuaciones como éstas, pudo alcanzar el placer de escucharle, sin el estorbo y la chicharra pseudo culta de los críticos "abstrusos, lentos, de voz engolada, que hablan para su ombligo, escuchando cómo cada una de sus palabras geniales rebota en el cielo y vuelve a sus oídos".

Luciano Pavarotti había nacido en la ciudad italiana de Módena, como el vinagre balsámico más famoso del mundo, balsámico como su voz que, por fortuna, queda atrapada para siempre en los discos y fonotecas de todas las emisoras, incluida, espero, la de nuestra gloriosa Radio Clásica. Nessun dorma, ni el jefe de programas, que ha muerto alguien irrepetible.
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Meditación para hoy: después de esto, el que Mariano Rajoy se auto postule como candidato de su partido a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones ya no me parece una desgracia.

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