Fuego amigo

Cultura contra la delincuencia organizada

La banca va bien. Hasta pequeños bancos, banquitos, como el Pastor, cuyo ámbito está apenas restringido a Galicia, va a duplicar sus beneficios de este año con respecto a los del anterior. Va tan bien la banca que condona alegremente préstamos a los partidos políticos, porque lo que se pierde en réditos financieros se gana en beneficios intangibles (¿e inconfesables?). Eso sí es invertir con cabeza en el mercado de futuros, y no en el del petróleo. Va tan bien, con máquinas que expulsan del mercado laboral a sus empleados porque hacen la mitad de su trabajo, que el gobierno está decidido a poner freno a la sangría de las jubilaciones bancarias anticipadas, tan anticipadas que hay jubilados de poco más de cincuenta años de edad, rebosantes de salud, verdaderos reyes del mando a distancia del televisor de sus hogares, como actividad principal diaria.
La desaparición de empleados bancarios crece al ritmo de los beneficios de la banca, gracias a que con el auxilio de las máquinas sacamos y metemos dinero, consultamos saldos y hacemos todo tipo de operaciones complejas. Lo último es la banca por Internet, la banca online. Empresas y particulares operamos cómodamente desde un ordenador, y revolvemos en nuestro debe y haber como Perico (prejubilado) por su casa. Los otros que quieren revolver en nuestro haber son los ladrones. Antes sólo contaban con una opción: atracar a punta de pistola un banco o a sus clientes. Hoy pueden trucar, además, los cajeros automáticos o conseguir las claves secretas con las que nos comunicamos, a través de la Red, con nuestra cuenta corriente.

Contra una navaja o pistola en el cuello poco hay que hacer. Mejor es no poner nervioso al atracador, porque no sabes si la pistola es auténtica o de pega, o si la presunta navaja no es otra cosa que el canto de una piruleta.
Pero lo verdaderamente misterioso es que consigan atracarnos en casa, donde se ve claramente que la pistola del atracador es de madera. Lo digo por ese spam en el que nos piden que introduzcamos nuestra clave de acceso, con una disculpa tan idiota que me asombra que los clientes duchos en las transacciones electrónicas puedan caer en su trampa. Cada dos o tres días recibo uno de estos mensajes apremiantes, casi apocalípticos, como si mi cuenta bancaria estuviese a punto de explotar por los aires, de bancos con los que nunca he trabajado o centrales de compra que ni siquiera sabía de su existencia. Como al parecer la central mafiosa de este tipo de atracos tiene su sede en países del este europeo, por mucho que imiten los logotipos de las entidades bancarias, el comunicado está plagado de faltas de ortografía, con una redacción que mejoraría el peor estudiante de nuestra maltratada LOE.
Mira tú por dónde la gramática y las clases de redacción bien orientadas pueden poseer un efecto eficaz contra la delincuencia organizada.

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