Fuego amigo

Mañana mismo empiezo el régimen

Ayer los medios de comunicación hacían un repaso a las grasas de los españoles para conmemorar "el día de la persona obesa". El presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad avisó que el 14% de los jóvenes y el 36% de los adultos comen más de lo necesario: es decir, que son obesos. Por ironías del destino, en ese mismo día la FAO recordaba que no menos de 800 millones de personas sufren malnutrición, y que seis millones de niños mueren cada año por problemas derivados de la falta de alimentos. Para completar lo que podríamos llamar "el día de la mala leche" supimos también que Nestlé había tenido que retirar del mercado italiano, portugués y español dos millones y medio de litros de leche infantil por problemas de contaminación de la tinta de los envases. Nada grave, bien es verdad. Pero siguiendo con esta rueda sin fin, recuerdo que es la misma Nestlé que fue acusada hace ya muchos años por sus campañas de introducción gratuita de la leche en polvo en países del tercer mundo, África sobre todo, propiciando el abandono de la lactancia infantil. ¿Qué ocurrió? Pues que la leche se regeneraba con agua contaminada, como se encuentra en medio mundo, con los consiguientes problemas para la salud de los bebés.

No sé si aprender los rudimentos de la buena alimentación (como los de la higiene) deberían formar parte de los temarios de la escuela española. Lo digo porque cerca de mi casa hay un Instituto, y lo que veo a la hora del recreo, con cientos de niños desenfundando bollos cubiertos de algo que se parece al chocolate, cuando no de un azúcar pringoso, me hace pensar qué serán y cómo serán de mayores, pues finalmente acabamos siendo lo que comemos (o lo que no comemos, como en África o la India). Si os detenéis a analizar los ingredientes de los bollitos veréis el peso desproporcionado de las grasas en su composición, en la mayoría de los casos "grasas saturadas" (aceites de coco y de palma, sobre todo), con los lácteos a la cabeza, fuente muy importante de colesterol. De ahí que, al tiempo que la obesidad, se haya detectado una alta proporción de colesterol en sangre en nuestros niños y adolescentes, algo impensable hace unas décadas cuando la hora del bocadillo era eso, la hora del bocadillo, y no la del bollicao.
Teniendo en cuenta que la batalla del tradicional bocata ya está perdida en favor de las multinacionales de la alimentación, ¿no creéis que el Ministerio de Sanidad debería tomar cartas en el asunto, prohibiendo el abuso de determinados ingredientes que favorecen la obesidad infantil y el colesterol? Si ya se ha dado un toque de atención a los restaurantes de comida rápida, ¿por qué no continuar con la bollería, que seguramente provoca aún mayores trastornos de salud?

Más Noticias