Fuego amigo

Brindemos... con cava

Al día siguiente de la muerte de Franco, los contenedores de basura rebosaban de botellas de cava vacías. Los españoles, muy piadosos, habíamos celebrado que el franquísimo se había marchado, al fin, al encuentro del Señor, al que tanto amaba, y se había liberado de la pesada carga de llevarnos al buen puerto del progreso, la paz y la justicia, y señalarnos de paso el camino de la salvación eterna. Vamos, creo recordar que era una tarea parecida la que llevaba sobre sus hombros. Los franquistas y meapilas en general no brindaron, porque a ellos les parecía irrespetuoso alegrarse de que alguien acudiese a su puesto reservado en el Cielo.

La historia de la función antiséptica del cava con respecto a nuestra convivencia política se repite. Brindemos con cava de nuevo, no para celebrar la marcha al otro mundo de un asesino, sino por la venida de Leonor, la hija de los príncipes de España.
Nuevamente el cava se erige como el símbolo de nuestras ansias democráticas. Dime con qué brindas y te diré quien eres.

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