Fuego amigo

“Hijo, que parezca un accidente”

Bush es un pillín, al fin su trama ha quedado al descubierto. Ahora sabemos las verdaderas razones por las que se negaba a firmar el Convenio de Kyoto, el que fija los límites a los contaminantes de efecto invernadero. No es que temiera, como él asegura, una recesión económica provocada por la colosal inversión a la que estaría obligada la industria del país más contaminante de la Tierra. La verdadera razón es que quería arruinar Cuba con el envío de sucesivos huracanes, provocados por el cambio climático que su política irresponsable está favoreciendo.
En vista de que sus ejércitos son incapaces de encontrar la más irrelevante arma de destrucción masiva, su dios le ha soplado al oído en una de sus numerosas conversaciones, que lo mejor es el método de la mafia: "hijo, que parezca un accidente". Nada de paracaidistas y marines desembarcando en Bahía de Cochinos: los huracanes se parecen más a un clásico castigo de dios, por mucho que casi todos nosotros pensemos que Bush es el verdadero castigo divino.

Pero como el pobre hombre es tan tonto que no sabe hacer bien ni los recados de dios, los huracanes se le tuercen, apenas inundan el malecón de la Habana, y pasan de largo derechitos hacia Florida, contra el rancho mismo del gobernador del Estado que, por casualidad, es su propio hermano. La necedad siempre ha tenido un efecto bumerán, se vuelve contra el estúpido, como el que escupe contra el cielo o mea contra el viento. Desde el Olimpo, no había conocido dioses con más cruel sentido del humor.
Ahora va a resultar que la gracia de dios era eso. Una gracia.

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