Fuego amigo

La triple alianza pende sobre nuestras cabezas

Un nuevo ingrediente ha entrado en campaña: el ruido de sables, como se decía en los primeros años de la transición. Algo que creíamos superado pero que aparece de nuevo como un mal sueño. Ahora sabemos que el general Mena, el que había justificado en la última Pascua Militar la posible intervención del ejército si el estatuto de Cataluña desbordaba lo que él juzgaba como límites de la Constitución, escribe libros. Sabe escribir, al parecer, y ha escrito un panfleto trufado de golpismo que podría integrarse dentro de la especialidad de filosofía militar.

Los generales, como los sacerdotes, son la personificación del poder. Y la combinación entre ambos, entre el altar y la espada, ha proporcionado a la humanidad sus momentos más trágicos. Ambos estamentos comparten, además, la peculiaridad de que su autoridad no procede de sus capacidades personales, no es fruto de ningún esfuerzo de la razón, sino que la toman prestada, unos, del poder de sus dioses, y los otros, del poder de las armas de fuego.

De este modo, instalados tan ricamente en la periferia de la lógica, cualquier chiste cuartelero es muy celebrado por su audiencia cautiva (¡señor, sí señor!), bajo pena de arresto, y cualquier aportación suya al debate político suena a trompetas del séptimo día o del séptimo de caballería. A elegir.

Los militares están históricamente tan acostumbrados a que sus víctimas les den la razón gracias a esa habilidad suya para apoyar sus argumentos con el dedo en el gatillo, que no necesitan un mayor esfuerzo intelectual para hacerse oír.

El destituido general Mena, a pesar de que ya pertenece, pertenecía, a un ejército europeo, sigue soñando con ser la salvaguarda "de la unidad de España si los políticos la ponen en peligro y la justicia no interviene", como reconoce en su libro que dijo ante sus camaradas en una reunión de hace un par de años. Acojona ¿no? No sólo Zapatero y sus secuaces se pueden ver delante de un pelotón de fusilamiento, sino también los jueces del Tribunal Constitucional que no den por bueno el recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP.

Los argentinos tuvieron en aquellos años de la canalla fascista un grupo paramilitar conocido como la Triple A que sembró el terror entre la población, con asesinatos, torturas y desapariciones en vuelos siniestros sobre el océano. Era una alianza entre las fuerzas retrógadas del ejército, elementos de la Iglesia católica que participaban en las torturas, y personajes de un peronismo mafioso incrustado en el gobierno.

Nosotros ya tenemos en marcha el embrión de nuestra triple alianza, nuestra Triple A, como un mecanismo perfectamente engrasado para meter miedo: el ejército, la Iglesia y el PP, simbolizados por Mena, Rouco y Rajoy.

Todos dispuestos a salvarnos. Quedáis avisados.

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