Fuego amigo

Si no quieres caldo, toma dos tazas

Dicen que la madre de todos los debates fue vista por trece millones de teleespectadores, a los que habría que añadir los incontables que se mantuvieron pegados a la radio e Internet. Entre todos ellos faltaron muchos de mis amigos y compañeros de trabajo que desertaron a los pocos minutos de iniciado el debate, según me confesaban ayer, por no haber sido capaces de soportar la tensión: la provocada por la manipulación, agresividad y chulería de Rajoy, y por la impotencia de ver a Zapatero contestar a los insultos con educación, con ese estilo Bambi desesperante de director de orquesta del Titanic que no se inmuta ni ante la vía de agua que se le viene encima.

Alabo su temple, pero en algún momento hay que dejar de tocar el violín. Viéndolo, me vinieron una vez más a la memoria las palabras de José Luis Coll, que al más puro estilo Zen explicaba lo peligroso que es discutir con los que utilizan la grosería como arma de lucha dialéctica. Recordad a Coll: "Lo malo de discutir con los imbéciles es que tienes que ponerte a su altura para que te entiendan; y ahí es donde estás perdido, porque ellos saben hacer el imbécil mucho mejor que tú".

Zapatero nunca sabrá hacer el rajoy, que es una variante de andar por la vida haciendo miserablemente el aznar. Por educación, no le sale todavía del cuerpo, pero algo debería hacer por la salud de nuestros nervios, por los millones de espectadores que tras los televisores nos levantamos como un resorte cuando un perfecto aznar como Rajoy, que pretende gobernarnos los próximos cuatro años, se atreve, por ejemplo, a acusar al presidente de un gobierno democrático de agredir a las víctimas del terrorismo. Un presidente que se jugó su futuro político (y que todavía lo tiene en el aire) por intentar acabar con el terrorismo.

Ya sé que, ante tamaña desmesura, capaz de hacer dudar de la salud mental y la catadura moral (inmoral) de quien la pronuncia, la caja registradora del PSOE se embolsó miles de votos nuevos. Lo peor es que para el próximo lunes nos amenazan con otra sesión, y creo que dos tazas de ese caldo seguidas son muchas para mis nervios. Me temo que si Zapatero no deja el violín de una vez, en una de estas me cargo de una patada el televisor extraplano que me costó una pasta. Y entonces voto a bríos.

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