Fuego amigo

¡Manda Trillo, señor huevos!

Cuando sucedió el accidente del Yakolev 42 en el que murieron 62 militares españoles, tanto los familiares de los fallecidos como buena parte de los mandos superiores coincidieron en que el accidente pudo haberse evitado, porque el avión contratado, además de contar con una tripulación que llevaba veinticuatro horas sin dormir, era lo más parecido a un ataúd volante.

Casi cinco años después, en el juicio reabierto a regañadientes por el juez Grande-Marlaska, el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, el valiente máximo responsable político del Ejército, prefiere declarar por escrito que toda la responsabilidad es de sus subordinados. Él, como Aznar con las armas de destrucción masiva, no sabía.

Quizá sus abogados, conocida la larga trayectoria de incontinencia verbal de Trillo, habrán aconsejado a su patrocinado que, por una vez en su vida, piense lo que dice, antes de decir lo que piensa. Y a pesar de haber tenido tiempo para pensar antes de escribir, no se le ha ocurrido la gallardía de aceptar su responsabilidad.

Miembro erecto (tiene cinco hijos) del Opus Dei, aparte de héroe de su cama conyugal lo es también del islote de Perejil, un suceso que probablemente le recordaría los cómic de las "hazañas bélicas" de su infancia. En plena exaltación patriótica, este exiliado de las más elementales normas diplomáticas declaraba: "Me hubiera gustado haber tomado la isla Perejil hace ocho años y que nuestros pescadores pudieran pescar en aguas de Marruecos."

Lo más grande que hizo por su patria a la que tanto ama y por cuya unidad tanto reza es la promoción de un disparatado homenaje a la bandera española: nada menos que 72 metros cuadrados de trapo sagrado en la plaza de Colón de Madrid, a tiro de pedrada de la fábrica de patriotas de Génova 13 Rue del Percebe.

En él, la mentira es una pulsión insuperable, como quedó patente con el fiasco de las falsas identificaciones de los cadáveres del Yak-42. Cuando un día la Guardia Civil encuentra 750 kilos de hachís en un camión del Ejército, Trillo lo disculpa con que "cualquiera pudo introducir la droga en el vehículo". En pleno desastre ecológico del Prestige, hablaba de unas playas "esplendorosas" y un marisco en un estado "extraordinario".

También dijo aquello de "¡manda huevos!" Y es en lo único en que todos estamos de acuerdo con él: ¡Manda Trillo, señor huevos!

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