Fuego amigo

¿Quién debe apagar el monte?

Desde Galicia, donde estoy pasando unas inmerecidas vacaciones, leo con preocupación las noticias de los otros incendios, después de que Anasagasti hubiese plantado fuego a la monarquía. Ese fuego, al parecer, ya va remitiendo. Pero en estos momentos, mediodía del lunes, otros dos fuegos de destrucción masiva siguen avivándose, favorecidos por las altísimas temperaturas. Uno en Gran Canaria y otro en Córdoba.

Aquí en Galicia estamos con los dedos cruzados, oteando el horizonte en busca de señales de humo, en guardia, con la memoria puesta en la desastrosa campaña del verano pasado donde media Galicia ardía fruto de una siniestra combinación de incompetencia, motivos políticos, razones sociales, venganzas y pirómanos sin la medicación adecuada.

Y continúa, por supuesto, el gran debate: no tanto de quién quema el monte sino quién debe apagar el incendio. Aquí, el despliegue de La Unidad Militar de Emergencias (UME) creada ya en 2005 para colaborar en la extinción de incendios, pero no operativa hasta este año, ha puesto en cuestión la conveniencia o no de utilizar al ejército para intervenir en casos que se supone deberían estar atendidos por las administraciones civiles del Estado, sean gobiernos autonómicos o locales.

Han dejado oír sus protestas los "profesionales" de la extinción, los bomberos y los piquetes contratados sólo para la temporada de verano: los primeros porque se quejan de la falta de medios, cuando ellos son los que están verdaderamente capacitados y entrenados para intervenir; los segundos, hartos de la precariedad y estacionalidad de sus empleos, porque saben que los incendios se "apagan" en invierno, con medidas de prevención, limpiando el monte, promoviendo una gestión más racional de sus recursos.

Ahora se ha sabido que en el incendio de Gran Canaria las cerillas las había puesto un guarda forestal. Una vez detenido, confesó a la policía que su contrato terminaba el próximo 30 de septiembre, y que había prendido el fuego para reivindicar una mayor duración de su contrato. Así sucede todos los años en Galicia, donde se calcula que un porcentaje muy elevado de incendios ha sido provocado por estos trabajadores en precario.

A mí, qué queréis que os diga, me gusta la idea de utilizar al ejército para que intervenga en las grandes catástrofes, si no como punta de lanza de las operaciones, sí como elemento de apoyo logístico a los profesionales de Protección Civil. Los ejércitos son muy costosos, y antes de que monten una guerra para justificar su sueldo prefiero verlos entretenidos en tareas de paz, sea en Afganistán, sea en los robledales de Ourense.

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