Fuego amigo

El miedo a los Jiménez, servidores de la sociedad

El caso de corrupción de la policía municipal de Coslada, o más bien, el caso de esa "banda armada" legal, constituida en mafia policial, tiene unas consecuencias sociales aterradoras. Creo que, a estas alturas, lo de menos son los delitos continuados que se les imputa y cuya acumulación en un sumario puede reportarles decenas de años de cárcel. Lo peor, sin duda, son las consecuencias traumáticas para toda la sociedad a la que decían defender, como en los casos de violación en que a la víctima le quedan ya, indelebles, más secuelas psicológicas que físicas.

La violación de la población de Coslada contiene en sí misma además la eterna duda: ¿quién vigila al vigilante, al policía corrupto, al juez prevaricador, al cura inmoral?

El nivel de corrupción de un país está íntimamente ligado a su desarrollo económico y social. Hay países como México donde la "mordida" forma ya parte del paisaje de los impuestos casi legales. En 2007 se calculaba en 2.500 millones de dólares el gasto de los mexicanos para hacer frente a la corrupción de sus policías, jueces y funcionarios públicos en general, lo que equivaldría al 18% de los ingresos familiares de su clase media-baja.

A este lado del Atlántico, el problema de la acumulación de la basura en Nápoles, sin que parezca importar las consecuencias gravísimas para la salud de la población, es la prueba irrefutable de que la mafia, la camorra, es un estado dentro del estado, que se gobierna con su particular lógica y sus propias leyes no escritas, pero que toda la población obedece estrictamente como un fenómeno natural.

Cuentan que el Caso Coslada, un arma de corrupción masiva, ha extendido a las poblaciones limítrofes los mismos miedos, idéntica desconfianza en los servidores de la ley. Los propios policías de los municipios adyacentes dicen haber detectado esa animosidad contra ellos, observados de cerca por unos ciudadanos que no saben si vienen a por ellos para atacarles o a defenderles. Cierto es que ni todos los policías son Ginés Jiménez, ni todos los periodistas, Jiménez Losantos. Pero el amor de los Jiménez por aterrorizar nuestras vidas puede degenerar en un miedo insuperable.

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Meditación para hoy:

Con la muerte del magistrado ultraconservador García Calvo, firme apoyo del PP en el Tribunal Constitucional (y mira que necesita apoyos últimamente ese partido) dicen que España se queda sin uno de los más eminentes juristas, que sus aportaciones al entramado legal de cada sentencia eran vitales entre tanto magistrado advenedizo.

Gustaba de un verbo ampuloso para expresar su discrepancia con las leyes progresistas, aunque su propia presencia en el alto tribunal, el que debe velar por la legalidad constitucional, era una pura contradicción. Ex gobernador de Almería con Arias Navarro, el heredero celador de una dictadura caracterizada por haber liquidado las libertades constitucionales mediante el uso de las armas, más bien se parecía al zorro franquista guardando las gallinas democráticas.

Lo de que un tipo de esa catadura moral fuese considerado "un gran jurista" me recuerda cuando dicen de alguien que es "un gran teólogo". Meditadlo un momento, pasead la frase por vuestras neuronas, y repetidla: un gran teólogo, un gran teólogo. ¿Pero cómo se puede ser "grande" en el estudio de una materia inexistente?

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