Fuego amigo

A media luz los dos

Creo que está en marcha el Nunca Máis de esta legislatura. En Barcelona están viviendo una situación intolerable que ni los vecinos ni yo entendemos. Vivo a quinientos kilómetros de la capital catalana, pero sé cómo se sienten los que todavía sufren el gran apagón, porque durante dos años de remodelación de la M-30 he tenido que soportar una cadena de cortes de varias horas cada uno.

La electricidad es el bien de bienes, es el bien que pone en marcha todo lo que en la sociedad de consumo se nos ha hecho imprescindible. Sin ella no puedes cocinar, los alimentos de la nevera se pudren, los ascensores no funcionan y los vecinos ancianos de los pisos altos quedan atrapados en su propia cárcel, no funciona el Metro, no hay televisión, y en consecuencia, tienes que enfrentarte a hablar con tu marido o con tu mujer. En consecuencia, un corte de luz puede acabar con los matrimonios... o provocar un baby boom, como ocurrió en el gran apagón de Nueva York la noche del 13 de julio de 1977, en el que millones de personas quedaron "apagadas" durante 25 horas, con gente atrapada en el Metro y ascensores... follando para entretenerse y matar la ansiedad. Nueve meses después se detectó un aumento notable de nacimientos.

En el momento en que escribo me cuentan que en Barcelona no están para polvos. Todavía hay cerca de 10.000 vecinos sin energía eléctrica, cortando las vías principales de la ciudad en una gigantesca cacerolada, al grito de ¡queremos luz! Y no basta con que las autoridades municipales y autonómicas acompañen en la indignación a sus administrados. Está bien, pero no basta. Porque un desastre así es una historia anunciada desde hace tiempo que puede repetirse en los veranos del cambio climático en cualquier otra ciudad de España. Todas las administraciones, la del Estado en primer lugar, han visto cómo las eléctricas españolas engrosaban sus cuentas a niveles que sólo pueden calificarse de groseros, a costa de una especie de canon en la factura de la luz para renovación y modernización de las infraestructuras, una renovación y modernización que brilla por su ausencia... como se ve ahora en Barcelona donde su ausencia, la oscuridad, es lo único que brilla en alguno de sus barrios.

Si quieren parar su Nunca Máis, que las administraciones concernidas se apliquen el cuento. Tan pronto se haga la luz, que la aprovechen para redactar la exigencia de una multa ejemplar que englobe el dinero cobrado y no invertido por las eléctricas, más las indemnizaciones correspondientes por daños y perjuicios.
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Meditación para hoy: Nuestro amigo Esteban Rosador apuntaba, en un comentario al post de ayer, una reflexión sobre las pruebas científicas realizadas para intentar demostrar el poder de la oración para obtener el favor (material) de los dioses. Fue un experimento realizado en los Estados Unidos, y lo relata Richard Dawkins en el libro, ya comentado aquí, "El espejismo de Dios". Se formaron dos grupos de enfermos de similares dolencias, y se pidió a una de las asociaciones religiosas más fundamentalistas (era una forma de asegurarse que no harían trampas en sus oraciones) que rezaran todos los días por uno de los grupos, con sus nombres propios, durante un período de tiempo determinado. Los integrantes de este grupo no sabían que estaban rezando por ellos. Pasado un tiempo considerado suficiente para observar una evolución en las enfermedades, en uno u otro sentido, no se demostró alivio alguno entre los enfermos del grupo objetivo con respeto al otro. A continuación (o al mismo tiempo, no recuerdo bien), se comunicó a uno de los grupos que una congregación religiosa iba a tenerles cotidianamente en sus oraciones, pidiendo por su salud. Y aquí sí hubo diferencias sustanciales, ¡pero en el sentido no deseado!: los enfermos que conocían el empeño piadoso de la asociación religiosa empeoraban ostensiblemente. Los médicos achacaron el resultado a la ansiedad incontrolada por parte de los enfermos al ver que no mejoraban ni con la ayuda divina. Es el intento más parecido a la demostración científica de que la oración no sirve para nada... o sólo sirve para cabrearse con los dioses... o que los dioses no existen... o que si existen, son de una crueldad que no se merecen que nos arrodillemos ante ellos. En fin.

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