Fuego amigo

A veces la televisión cuenta la verdad

El 25 de Abril de 1974, la señal para el comienzo de la que sería "la revolución de los claveles" contra la dictadura portuguesa se distribuyó inocentemente por las ondas. El "Grândola, Vila Morena" de José Afonso era la clave, y sonaba en la radio como marcha guerrera que habría de poner en pie a los militares democráticos.

En 1988, los trabajadores de la única televisión que existía en España, la pública, utilizaron su señal (más bien su ausencia de señal) para convocar una de las más exitosas huelgas generales que haya vivido este país. Los sindicatos mayoritarios convocantes se sirvieron de la televisión única para dejar los hogares sin señal, y así escenificar el comienzo de la huelga general. La televisión se vino "a negro", como se dice en el argot televisivo, y las familias se vieron en la penosa obligación de ponerse a charlar o bien de aprovechar placenteramente las largas horas de cama, como ocurrió en el famoso apagón de Nueva York.

Horas antes de aquel 14 M, cuando el gobierno de Aznar se negaba a reconocer que el atentado de Atocha era cosa de islamistas y no de etarras, otro medio de comunicación, los mensajes sms, nos convocaron ante las sedes del PP para detener lo que empezaba a adquirir tintes de golpe de Estado encubierto.

En 1988, dejar sin señal a la caja lista era poco menos que una hecatombe para el gobierno. Veinte años después, en 2008, dejar sin señal a Telemadrid, otra televisión presuntamente pública, pero dedicada al uso y disfrute privado de la extrema derecha madrileña, apenas es una noticia a pie de página. Los sindicatos han cortado la señal durante 24 horas, pero apenas nadie se ha dado cuenta, porque apenas nadie la veía.

Sus trabajadores están hartos de verla convertida en órgano de propaganda del régimen de Esperanza Aguirre y refugio de sus secuaces, hastiados de que el aparato político ponga en entredicho a diario su profesionalidad. Pero hasta en eso tienen mala suerte mis colegas: Telemadrid no es aquella televisión omnipresente de hace veinte años, que cuando se cerraba se apagaba el mundo. La tele del PP es hoy una minúscula y sucia gota en el océano de información, una parodia de cadena, un pozo sin fondo de pérdidas que tanto aporta a la causa del Partido Popular encendida como apagada.

Víctima del morbo, yo la sintonicé ayer, por primera vez desde hacía mucho tiempo, y disfruté viendo la pantalla en negro. Nunca habían emitido tanta verdad junta.

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