Fuego amigo

A ver si nos ponemos al día

En el esfuerzo de aggiornamento de las grandes empresas humanas hay siempre inevitables resistencias por parte de los que se consideran guardianes de las esencias. En mayo de 1979, Felipe González intentó apear al PSOE de su seña de identidad más definitoria hasta entonces: el marxismo, un credo político del que todos hablaban pero del que apenas unos pocos conocían tres o cuatro latiguillos.

Las resistencias a un socialismo sin marxismo fueron tales que Felipe tensó la cuerda dimitiendo de la secretaría general del partido por entender que el ideario marxista era incompatible con un partido democrático moderno. En septiembre se salió con la suya, y desde entonces el PSOE es "obrero" pero no revolucionario, en línea con las socialdemocracias europeas. Desde entonces, tan sólo los más veteranos levantan el puño y se saben completa la letra de la Internacional.

Años más tarde, el PCE no renunciaría al marxismo, pero consideraría más acertado diluir la palabra maldita (comunista) de sus siglas entre una maraña de partidos que pasarían a llamarse Izquierda Unida. La pelea democrática por el voto moderado exigía ese travestismo.

La Iglesia católica también tuvo su gran congreso con el Vaticano II, del que se derivarían reformas como la misa mirando hacia los feligreses, el abandono del latín, y un intento patético de introducir las guitarras y panderetas para atraer a los jóvenes a los oficios religiosos.

El PP "está trabajando en ellou", como diría el hombrecillo insufrible, desde la refundación del partido franquista de la Alianza Popular de Fraga y sus siete magníficos prohombres de la dictadura. Y si los partidos de izquierda tenían que deshacerse de un lastre ideológico molesto, y la Iglesia, convivir con los integrismos que casi le llevan al cisma, como ocurrió con el obispo Léfèbvre, en la derecha la definición fue, y es, casi imposible. Porque si ZP tardó en admitir que la economía está en crisis, el PP todavía se sueña de centro, a pesar de que en sus sentinas esconde a lo más fino de la extrema derecha política y religiosa.

Unos días sus dirigentes se levantan liberales y se acuestan intervencionistas. O les sobreviene un amor repentino por las "políticas sociales". Y si cae un comando de ETA, como el de este fin de semana, "ese es el camino, y no la negociación"... como hizo Aznar en su día. Unos salen de un congreso de renovación "mirando al futuro", y otros continúan con esa musiquita estúpida y cansina del camino correcto, cada vez que la policía acierta a detener un comando de ETA. Su aggiornamento tiene tantos matices que parecen caprichos dictados por el humor de sus militantes, más que por el análisis político. Y con tanto caprichito nunca se pondrán al día.

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