Fuego amigo

Lo del Consejo General del Poder Judicial va a misa

Al parecer, las asociaciones progresistas de la magistratura no salen de su asombro por el nombramiento de Carlos Dívar para presidir el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. Hay consenso generalizado en calificar a Carlos Dívar como un jurista "de prestigio", pero también que su perfil religioso -ultra religioso- le lleva a situarse en la derecha tradicional. Dos años de interinidad para esto. Dos años de discusión entre las fuerzas políticas en torno a los nombramientos para llegar, al final, a la lista que mejor encaja en la derecha sociológica. En Génova 13 y en el palacio episcopal de Rouco Varela debe de estar corriendo el champán a estas horas.

Como ya soy lo suficientemente mayor para no dejarme engañar por la ilusión óptica de la independencia del CGPJ, sino para dar por buena la lógica, inevitable y patente dependencia política de los jueces, creo que la propuesta por parte del PSOE de nombrar a Carlos Dívar, un juez de misa diaria, que cada año se impone peregrinar a Jerusalén, la meca de los cristianos, es una jugada diabólica.

Simplificando, el PSOE nombra a nueve vocales; el PP a otros nueve; CiU, democristiano y de derechas, nombra a uno; y el PNV, de derechas y democristiano, designa al otro. Por si esto ya no fuera suficiente desequilibrio con respecto al mandato de la sociedad, expresado en las elecciones generales, los socialistas ceden la presidencia a otro cristiano de derechas que cuenta con la prerrogativa de voto doble en caso de empate. Dos por el precio de uno.

¿Qué ocurrirá con dos de las leyes "sociales", que se han revelado muy incómodas para el gobierno de Zapatero, pendientes ya desde la anterior legislatura, como son la de Eutanasia y la Ley de plazos del aborto, leyes de fortísimo componente ideológico-religioso?

Al CGPJ le corresponde el informe preceptivo, aunque no vinculante, sobre leyes, como éstas, que lleven emparejada la reforma del Código Penal. Y aquí viene la jugada maestra: doce votos de la derecha religiosa contra nueve progresistas serían la coartada diabólica, la excusa que Fernández de la Vega estaba buscando, quizá, para quitarse el muerto de encima elegantemente y tener la fiesta en paz con el Vaticano. Ante las bases de la izquierda socialista queda así demostrada la voluntad progresista del gobierno ("no pudo ser, para otra legislatura será"), al tiempo que la derecha político-religiosa se sale con la suya y deja las pancartas y las sotanas en casa.

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