Fuego amigo

El crédito no da la felicidad

Tengo un amigo que siempre ha presumido de ser feliz. Es de esas raras personas que te alegran el día nada más verlas. Si le preguntas por el secreto de su felicidad, no esperes una fórmula mágica de dieta de frutas y agua abundante para "ir al baño" (que es la forma fina que se utiliza hoy para decir que vas a cagar, aunque sea en pleno monte). La fórmula secreta de mi amigo, a punto de la jubilación ya, es que nunca ha pedido un crédito, nunca ha comprado nada a plazos, ni casa ni bienes de equipo, si no contaba previamente con el dinero para hacer frente al pago. Cuando le contesto que su actitud vital sería la ruina del sistema capitalista, que la banca no existiría, despliega una sonrisa pícara y me replica: "Ajá, veo que lo vas pillando".

Mi amigo es un filósofo, y de los bancos sólo le interesa el cajero automático. No como al alcalde de Madrid, Ruiz Gallardón, o Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad, que, siguiendo el ideario ultraliberal, saben que la riqueza se mide, no por lo que tienes, sino por tu capacidad de endeudamiento con los bancos. Si tienes deudas multimillonarias es que eres rico. Pero tu estado de pobreza será medido por los recibos impagados de una simple hipoteca.

Los que no seáis de Madrid deberíais saber que cuando accedéis a la capital por alguno de los túneles de la carretera de circunvalación M-30, en realidad no entráis en el agujero negro de un túnel, sino en el no menos negro agujero de una deuda de más de 6.500 millones de euros, cifra que no os traduzco a pesetas porque vais conduciendo.

Alberto Ruiz Faraón comenzó a construirse con el dinero de sus conciudadanos ese mausoleo político en los tiempos maravillosos en que las crisis sólo eran nerviosas. Ahora que su crisis es financiera ha decidido paralizar o suspender las obras que todavía no están licitadas.

Su compañera de partido tiene un método mucho más refinado. Consiste en sacar dinero, no de los bancos (en el fondo es una anarquista, como mi amigo) sino vendiendo nuestro patrimonio: el agua, la sanidad, la educación, y hasta el alma de Gallardón, si se tercia.

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