Fuego amigo

El procedimiento es la justicia

Lo bueno de no tener el menor conocimiento, como es mi caso, sobre derecho procesal es que puedes analizar el estado de la justicia desde la lupa del sentido común, sin otras servidumbres ni contaminaciones. Como soy un ignorante, me puede parecer de risa que multen con 1.500 euros al juez Tirado, el del caso de la niña Mari Luz, cuya falta de diligencia acabó en la muerte de la niña, mientras un negrito del África tropical sin papeles puede pasar tres años en la cárcel por vender cedés piratas en la calle. O que, como ya ocurrió, un juez no considere ensañamiento las setenta puñaladas con que el asesino liquidó a su víctima... porque de la primera puñalada ya estaba muerta.

Ocurre algo parecido con la religión. Si estudias teología puedes llegar a comprender la misteriosa transustanciación en el cuerpo de dios que se opera en una hostia consagrada, por más que tu sentido común siga viendo una galleta de pan ácimo.

Si en una plaza de toros sabes distinguir entre un toro noble y otro innoble (¿), si disfrutas con la belleza de esa orgía de sangre mientras el torero marea al animal ensayando posturitas finas, entonces estás perdido, jamás lograrás comprender lo que en realidad está ocurriendo allí abajo en el coso: la tortura de un animal, el espectáculo salvaje de un pueblo que todavía se divierte como en la edad de piedra. Es lo que tiene el exceso de información.

En el caso de las diligencias de Garzón, un número nada desdeñable de jueces y fiscales se opone a que el juez de la Audiencia Nacional se haya declarado competente para investigar las desapariciones durante la Guerra Civil y el franquismo, por un error en el procedimiento.

Todos sabemos de qué van (o vamos) unos y otros. Los puristas esgrimen problemas insalvables de procedimiento, sin salida jurídica, e insisten en que precisamente la rectitud del procedimiento es la salvaguarda de la justicia, como el orden es una categoría superior a la libertad. Gracias a ello, por mala utilización del procedimiento, Eduardo Zaplana se libró en su día de ser procesado por cohecho y prevaricación, por más que la transcripción de sus conversaciones telefónicas vergonzantes hayan ingresado, a su pesar, en los libros de Historia y naveguen libremente por Internet, para vergüenza suya y la de los paladines del sagrado procedimiento.

El sentido común siempre pierde. El fiscal se ha opuesto a Garzón porque según él los asesinatos de la Guerra Civil y del franquismo "son delitos comunes". Las bandas organizadas de matones falangistas, los juicios sumarísimos, pasan a ser con los años delitos comunes. Quizá también se habría opuesto a los juicios de Nüremberg por considerar como delito común el genocidio y los crímenes de Estado. Así que me temo que el señor fiscal (por cierto, ¿siguiendo órdenes del Fiscal General del Estado?) y yo no tenemos nada en común: él se queda tan ricamente con el delito, y yo con el sentido.

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Meditación para hoy:

A la lideresa del PP, Esperanza Aguirre, le ha parecido un despropósito cómico que el juez Garzón exigiese el certificado de defunción del general Franco y de sus secuaces, como primer paso en las diligencias previas para una posible imputación al generalito en un delito de genocidio. Aunque ella sabe, como vosotros y yo, que es un paso previo imprescindible en un procedimiento legal de esta naturaleza.

Pues bueno, si eso le ha hecho gracia, supongo que se habrá caído de la silla de un ataque de risa al ver que el senador de los Estados Unidos por el estado de Nebraska, Ernie Chambers, había demandado a dios en los tribunales por ser "el causante de todas las muertes y destrucción, así como de sembrar el terror entre millones y millones de personas en la Tierra".

Lo mejor de todo es que el juez ha desestimado la denuncia... porque al parecer dios no tiene una dirección conocida y no hay posibilidad de notificarle la acción judicial. No sé cuál de los dos tiene el sentido común en paradero desconocido.

Y pregunto yo, ya que estamos: ¿No se podría juzgar a dios en rebeldía?

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